Habían transcurrido un par de días desde que Alex me había hecho esa propuesta descabellada y aún seguía sin saber qué hacer. Solo había podido pensar en lo lindo que se sentía estar a su lado y en recordar cada instante de esos momentos que habíamos pasado en el hospital.
Aquella mañana, me levanté como de costumbre y mientras me vestía y maquillaba para ir a mi trabajo, mi amiga entró y se posicionó en el marco de la puerta, con una mirada nerviosa.
—¿Qué vas a hacer? —preguntó impaciente, sin dejar de mirar cada movimiento que hacía—. ¿Ya tomaste una decisión?
Terminé de ajustar mi pantalón y fruncí los labios.
—¿En serio crees que sé que voy a hacer? —musité con fastidio y acto seguido rodé los ojos—. Mell, esto es una locura.