Mary Christine Ford

La noche caía sobre la capital londinense, las pocas luces que alumbraban King Cross comenzaban a encenderse, algunos carruajes tirados por hermosos caballos de todos los colores circulaban por el camino del rey.

Un local comenzaba a mostrar bullicio y música vulgar de piano, los olores a perfume barato, aceite de cabello y colorete eran la mezcla del lugar, hermosas mujeres y no tan hermosas se encontraban trabajando, risas vulgares se encontraban mezcladas con otros sonidos; un hombre vestido completamente de negro, desde el calzado hasta un sombrero viejo de fieltro, parecía sacado de un relato de terror.

Ese hombre miraba con atención a cada una de las mujeres del local, tenía una copa de oporto en su mano derecha y en la otra un bastón con puño de plata; estudiaba a cada una de las mujeres y personas que se encontraban dentro del lugar, la persona encargada del lugar se acercó a él para preguntar si le interesaba alguna de las chicas del lugar para pasar un buen rato.

Si me gusta aquella, la del cabello negro y piel pálida- dijo el hombre- ¿podría enviarla?, necesito la compañía de una hermosa mujer esta noche- el hombre miraba con interés a la joven mujer detrás del vaso que tenía en sus labios- le dio un billete al camarero, quien se lo metió en el bolsillo e hizo una inclinación respetuosa al cliente.

Mary Christine, ve con el señor y esta vez no lo dejes ir tan fácil, dio una excelente propina, así que trátalo bien- le dijo el camarero- ya sabes, si te pide sexo, hazlo, tiene que volverse cliente frecuente de este lugar- le dijo Gilbert- anda ve con él.

La chica se acercó al hombre, llevaba ropa un vestido pegado al cuerpo dejando a vislumbrar el corsé de encaje que mostraba unos sinuosos senos, la piel pálida contrastaba con su cabello negro, su rostro fino se encontraba cargado de colorete granate, y el perfume barato impregnaba su ropa, así vio por vez primera Sir Walker a su nueva víctima que respondía al nombre de Mary Christine Ford.

Buenas noches, mí lord-dijo Mary Christine- ¿Qué se encuentra bebiendo? - la bella mujer mientras se acercaba al hombre- ¿gusta venir a tomar asiento cerca de la chimenea? - le dijo ofreciéndole su pequeña mano- venga y póngase cómodo, ¿Qué se encuentra bebiendo? - la joven prostituta cuestiono a Sir Walker- ¿coñac, wiskhy,ron?. usted dígame y sus deseos son ordenes- la chica le acaricio la mano al hombre, mientras acercaba sus senos al brazo del hombre.

Ron, por favor, ¿Cómo te llamas? - pregunto Sir Walker, sus delgadas manos acariciaron la barbilla de la mujer, la chica sintió un escalofrió de placer, nunca en su vida de prostituta alguien la había acariciado.

Mary Christine Ford, mi lord- dijo ella con voz cálida- estoy para servirle esta noche y otras que usted deseé- bajo la mirada con timidez, era el primer hombre de clase que le tocaba atender, casi siempre esos eran reservados para las que ya tenían mucho más tiempo en el burdel.

Claro que sí, me encantaría tomarme un Ron y tu tomaras uno conmigo- dijo Sir Walker- ve por él, yo te esperaré en este asiento- el hombre le tomo una de las manos a la mujer para depositar un suave beso en el dorso de esta- anda Mary Christine, yo esperaré aquí.

Mary Christine se acercó a la barra del bar para pedir dos rones, el cantinero le dio el pedido para que ella misma lo llevara al cliente, era la más reciente adquisición del dueño del burdel, el padre de esta la había apostado en una noche de juerga, habiendo perdido la casa, una pequeña fincha al norte de Surrey, la última cosa que aposto fue a su hija menor Mary Christine, al momento de perder, unos hombres la sacaron de su cama en la cual dormía tranquilamente y desde ahí su vida cambio, cada noche tenía que atender a hombres de todo tipo. 

En una parte del burdel era para los marineros, obreros y demás gente del vulgo, pero ahora en dónde se encontraba lo frecuentaban las personas de otro nivel, los clientes ricos de la ciudad, banqueros, herederos a un título nobiliario, dueños de locales importantes.

Aquí tiene su ron, mi lord- dijo la joven- ¿quiere algún aperitivo?, ¿unos bocadillos fríos o calientes?, sus deseos son órdenes para mí, soy su humilde servidora- Mary Christine movió las pestañas de arriba para abajo en modo coqueto, tuvo que aprender esas artimañas para que los clientes la trataran con cautela, y cuidado.

El ron está- bien, Mary Christine- dijo el embalsamador- ahora ven y siéntate conmigo-ordeno el hombre atrayendo a la mujer para sentarla en sus rodillas- dime algo pequeña, ¿Cómo alguien tan bello como tú termino en un burdel como este? - se encontraba acariciando el rostro de la joven quien al sentir semejante caricia comenzó a temblar, hacía mucho tiempo que nadie la acariciaba con ternura.

Mi padre era dueño de una pequeña finca al norte de Surrey, mi lord- dijo ella con timidez, no éramos ricos, pero no nos hacía falta el dinero, mi madre es una mujer bella pero demasiado callada, tengo hermanas y hermanos, todos ellos casados- la chica tenía la mirada fija en el piso- yo soy la menor y la única soltera; tenía un prometido que fue a trabajar a América, y Seamus fue a probar fortuna a ese país, nos mandamos cartas con frecuencia hasta que un día mi padre comenzó a beber y a apostar, fue así que cayó en desgracia; mis hermanos y hermanas no lo apoyaron, incluso dijeron que ese era su problema, en una noche de apuestas con el dueño de este lugar- dijo esto con dolor y odio , fui arrancada de mi cama y me trajeron aquí para pagar todo, eso tiene casi dos años- la chica se encontraba aún en las piernas de Sir Walker , el hombre sonreía, nadie echaría de menos a la joven, una idea paso por su cabeza, solo tendría que llevarla a cabo.

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