•------•°•05•°•------•
Narrado por Lena: Los lunes son como una bofetada suave con olor a café. Nada trágico, pero igual se siente. Después de un fin de semana con Cora -lleno de risas, slime, brillantina y dibujos de perritos en las paredes- volver a la oficina es casi una pausa para respirar. Llego temprano, como siempre. El silencio del edificio me encanta. Hay algo terapéutico en tener todo a solas por unos minutos. Puedo revisar correos, preparar el café como me gusta y planear la semana sin interrupciones. Estoy revisando el calendario de reuniones cuando escucho los tacones de Vanessa acercarse. —¿Otra vez madrugando como si te pagaran extra? —dice ella, entrando con una taza de té en la mano. —Me despierta una niña con exceso de energía a las seis de la mañana. Venir a la oficina es un upgrade. Vanessa sonríe. Es jefa de marketing, implacable con los informes y encantadora en los pasillos. No somos amigas de contar secretos, pero compartimos una complicidad laboral agradable. —¿Cómo estuvo tu finde? —Cora quiso enseñarme a bailar como una influencer y terminó haciéndome peinados con moños de colores. —Te veo muy glamurosa —comenta, fingiendo admirar mi peinado perfecto. —Gracias, es estilo "mamá sobreviviente con dignidad". Nos reímos justo cuando suena el timbre del ascensor. Ambas giramos hacia la entrada por pura inercia. Se abren las puertas y aparece Richard con su habitual aire de seguridad. Traje claro, sin corbata, vaso de café en la mano y esa sonrisa de tipo que cree que el mundo le pertenece. —¿Ya andan de chisme esta hora? —pregunta al pasar. —Te recuerdo que el verdadero trabajo lo hacemos nosotras —le respondo con una sonrisa ladeada. Pero no viene solo. Detrás de él hay un hombre. Alto, piel clara, cabello oscuro con un corte desordenado que le da cierto aire descuidado pero intencional. Tiene tatuajes visibles en el cuello y uno que se insinúa por la muñeca, saliendo de la camisa negra arremangada. Jeans ajustados, chaqueta de mezclilla y una expresión de "sé que soy guapo pero no me interesa que lo notes". Y bueno... sí, lo noté. No es que me derrita ni nada. Pero guapo es guapo. Aunque tampoco es como que me impresionen tanto. Guapos he visto varios... y muchos terminan siendo solo eso: bonitos y vacíos. -No me pongas nada en la agenda hasta después de las once -me dice Richard mientras pasa junto a mí. —¿Y este bombón viene con cita previa o es una sorpresa? —le pregunto bajito, con mi tono más provocador. —No seas metida —me contesta sin dejar de caminar. El tipo me lanza una media sonrisa. Una de esas que no sabes si es por cortesía o porque realmente escuchó el comentario y le hizo gracia. Lo miro de reojo y le devuelvo una sonrisa discreta, solo porque soy educada. Y coqueta. Un poco. —¿Nuevo inversionista? —le pregunto a Vanessa, mientras los vemos alejarse por el pasillo. —Ni idea. Pero viste esos tatuajes... mmm —responde en voz baja, divertida. —Muy mal, Vanessa. No puedes objetivizar a los visitantes. —Por eso lo hago en voz baja —contesta guiñándome un ojo. Sacudo la cabeza, divertida, y camino a mi oficina. De vuelta en mi escritorio, dejo el celular a un lado, acomodo unos papeles, reviso las notas para la presentación de las dos, y me entretengo un rato respondiendo correos que dejé pendientes el viernes. Entre un reporte mal redactado y otro sin sentido, decido tomarme un pequeño respiro. Me acomodo el cabello, reviso que el labial no esté tan mal después del café, enciendo la cámara frontal y me saco una selfie rápida. Nada muy producido, solo mi clásico "cara de lunes pero sobreviviendo". La subo a mis historias de I*******m con un "aquí, dándolo todo (menos ganas)". Ni dos minutos pasan cuando el teléfono de la oficina suena. —¿Lena? ¿Me puedes traer dos cafés a mi oficina? Uno como te gusta a ti, y otro como me gusta a mí —dice la voz de Richard, con ese tono de "estoy ocupado pero todavía soy adorable". —En camino, jefe multitareas —respondo sonriendo, y corto. Preparo los dos cafés. A él le gusta con una cucharada de azúcar, sin crema. Al otro le pongo un chorrito de leche y un toque de canela, como me gusta a mí. Porque sí, soy buena secretaria pero también persona, y no voy a suponer que su misterioso acompañante toma café aguado. Golpeo suavemente la puerta antes de entrar. —Servicio de café con encanto incluido —bromeo mientras paso, equilibrando la bandeja con ambas tazas. Richard alza la mirada desde su escritorio. A su lado está él, el mismo hombre del vestíbulo, ahora recostado con confianza contra una estantería. La luz de la ventana le da justo en el rostro, haciendo que sus ojos resalten. Verdes. Increíblemente verdes. —Lena, te presento a Jaxon Black —dice Richard—. Jaxon, esta es Lena Harris, la única razón por la que todavía tengo control de mi vida laboral. El tipo —Jaxon— se acerca. Me tiende la mano con una sonrisa tranquila, como si todo le pareciera divertido. —Un gusto —dice, su voz grave y relajada. —El gusto es mío —respondo, dándole la mano. Y ahí es cuando me pega. Jaxon Black. El nombre me suena de algo. No sé de dónde, pero no me resulta del todo nuevo. Tampoco esos ojos. Ese verde. No es común. Siento como si ya los hubiera visto antes, como si estuvieran guardados en algún rincón olvidado de mi memoria. —¿Nuevo inversionista? —pregunto, soltando su mano y volviendo a mirar a Richard. —¿Él? No, por favor —dice Richard entre risas—. Si le das dinero, probablemente lo gasta en tatuajes y en perder apuestas conmigo. —Hey —interviene Jaxon, fingiendo ofendido—. Las apuestas sí, pero los tatuajes son arte. No difames. —Lo que tú digas, Picasso —responde Richard, y los tres reímos. —¿Tienes amigos, Richard? Vaya, eso sí es nuevo —bromeo, girándome hacia mi jefe con una ceja arqueada. —Uno o dos me toleran —dice él con dramatismo—. Este en particular me tolera desde hace años. Es masoquista. —Debe serlo —digo, dejando las tazas sobre la mesa—. ¿Algo más antes de que vuelva a salvar el mundo desde mi escritorio? —No por ahora —responde Richard, tomando su café. Mientras camino hacia la puerta, siento la mirada de Jaxon en mi espalda. La mañana avanza como cualquier lunes: demasiado café, demasiados correos, y una lista de pendientes que no deja de crecer. Salgo de la sala de reuniones con el equipo de marketing, me despido con un gesto de cabeza y un "buen trabajo, chicos" mientras reviso la agenda en mi tablet. Mis tacones resuenan contra el suelo del vestíbulo principal y estoy tan enfocada en mover cosas de un horario a otro, que no veo venir lo inevitable. —¡Ay! —exclamo, al chocar con algo... o mejor dicho, alguien. Mis pies tambalean y casi caigo de bruces, pero unos brazos fuertes me sostienen antes de tocar el suelo. —Wow, ¿estás bien? —dice una voz profunda y cálida, que hace eco en mi pecho. Levanto la mirada... y ahí están otra vez: esos ojos verdes. —Sí... lo siento, no estaba viendo por dónde caminaba —respondo, intentando sonar profesional, pero sintiéndome como una idiota con glamour. —Lena, ¿verdad? —pregunta, todavía sujetándome por la cintura. —Esa soy yo —confirmo, tratando de recuperar la compostura. —Ten más cuidado, podrías haberte caído—dice con una sonrisa ladeada—. No es recomendable caminar por los pasillos como si no hubiera obstáculos humanos. —Estaba trabajando —me excuso con una risita nerviosa—. La agenda no se acomoda sola. —Y sin embargo, casi te acomodas tú en el piso —responde divertido. Me río, esta vez más relajada. Me suelta despacio y noto cómo sus ojos me observan sin prisa, como si pudiera leer algo en mí. ¿Tiene que ser tan guapo? —¿Y qué tal es trabajar con el gran señor Wexler? —pregunta con tono curioso, aunque sé que no es sólo curiosidad. —¿Richard? —sonrío—. Es... bueno, un CEO con muchas sorpresas. Pero es buen jefe. Aunque no le digas que dije eso, o se lo va a creer demasiado. —Lo tendré en secreto —responde con una sonrisa cómplice. —¿Y tú? ¿Es tu primer tour por el mundo corporativo? —Estoy de visita... —dice, sin dar demasiados detalles. Lo observo con más atención. Sus tatuajes, la forma en la que se le marcan los pómulos cuando sonríe, y esos malditos ojos verdes que me resultan... ¿familiares? —¿Nos conocemos de algún lado? —pregunto sin pensarlo. Él me mira con un gesto curioso. —Tal vez... o tal vez tienes muy buena memoria para los tipos guapos —bromea. —Ja —respondo—. Modesto no eres, eso es seguro. Él ríe, y yo no puedo evitar pensar que esa risa ya la escuché antes. ¿Dónde? No tengo idea. —Bueno, Lena —dice de pronto, dándose cuenta del tiempo—. Ha sido un gusto... Nos estamos viendo. —¿Nos estamos viendo? —repito, alzando una ceja. —Eso espero —me guiña un ojo y camina hacia el ascensor. Me quedo unos segundos mirándolo alejarse. Ese guiño, esa forma de hablar... hay algo en él que no termino de descifrar. Pero no voy a negar lo obvio: Dios. Qué hombre. Y claro, ojalá que si vuelva. •——————•°•✿•°•——————• El día pasó volando, por suerte. Fue un lunes muy lunes: lleno de pendientes, reuniones y caras conocidas que de repente parecían nuevas. Ahora, ya en casa, la rutina es otra. Cora está acurrucada entre sus sábanas, con su pijama de unicornios y el peluche que no suelta ni para dormir. —Buenas noches, mi amor —le susurro, dándole un beso en la frente. —Buenas noches, mami —murmura medio dormida. Cierro la puerta de su habitación con cuidado, camino descalza hasta la mía y me dejo caer en la cama con un suspiro. Agarro el celular del velador y lo desbloqueo. Abro I*******m, sin pensar demasiado. La selfie que subí esta mañana me aparece en la pantalla. Cientos de vistas. Muchos likes. Deslizo el dedo para ver quién le dio like... y ahí está. Jaxon Black. —Ah, ¿sí? —susurro para mí misma, una sonrisa traviesa jugando en mis labios. Entro a su perfil. Fotos en blanco y negro. Tatuajes por doquier. La mirada desafiante de un tipo que no parece tomarse la vida tan en serio, pero que tiene algo... interesante. El tipo que no busca aprobación, pero de alguna manera la obtiene. Me quedo mirando más de lo que debería. Y entonces, como soy yo, me lanzo sin pensarlo mucho. Decido mandarle un mensaje directo: "Ya veo cómo juegas... ¿Así que ya me conocías y te hacías el interesante?" Lo envío antes de arrepentirme. Escrito. Enviado. Ya no hay vuelta atrás. Dejo el I*******m a un lado y trato de distraerme con TikTok. Videos de comida, chistes tontos, y bailes que nunca en la vida haría (y si los intentara, rompería algo en el proceso). Deslizo el dedo sin mucha esperanza de encontrar algo que me llame la atención hasta que, de repente, el último video que aparece es de @anon_mask. Está con una capucha negra que cubre todo su rostro, pero esos ojos... esos ojos verdes, tan intensos, casi desmesuradamente hipnotizantes, me detienen. La música es suave, sensual. Él está sentado en una silla, la correa que cuelga entre sus manos, acariciándola con una suavidad inquietante. Es imposible no quedar atrapada por esa imagen. Aunque su rostro esté oculto, esos ojos... Me quedo mirándolo, casi hipnotizada, sintiendo que me está mirando, aunque no pueda ver su expresión. Es extraño. Justo cuando estaba a punto de seguir deslizando, el teléfono vibra en mi mano. El mensaje de Jaxon Black aparece en la pantalla: "Y entonces, ¿cómo estoy jugando, Lena?"