NARRADO EN TERCERA PERSONA.
Elizabeth observaba a Nick desde el otro extremo de la pequeña oficina de la jefatura. Él estaba dormido, con la cabeza apoyada en su brazo sobre el escritorio. Su respiración era lenta y profunda. Un sentimiento de culpa la invadió por un momento, pero lo desechó rápidamente. No tenía opción, debía ir a ver a la banda y hablar personalmente con Héctor, el Diablo. Debía dejar las cosas claras de una vez por todas.
Con cautela, se dirigió al pequeño baño adjunto a la oficina. Sacó de su bolso una peluca roja hasta los hombros, unos lentes de contacto oscuros, y una gorra. Se miró al espejo y apenas se reconoció. Perfecto, pensó. Nadie la reconocería así.
Con todo el sigilo del que era capaz, Elizabeth salió de la oficina. La jefatura estaba tranquila a esa hora de la noche, con pocos oficiales presentes y la mayoría ocupados en sus propias tareas. Logró salir del edificio sin que nadie la viera.
Una vez en la calle, caminó rápidamente hasta una esquina oscura