“Cuando enciendes una vela, también proyectas una sombra”.
Úrsula K. Le Guin
3 semanas después
Sandra, no se inmuta, me mira directo a los ojos y es escalofriante cuando eso sucede porque es como verme reflejada en un espejo. La diferencia es que ella no se la pasó de cama en cama con un chico diferente cuando tenía oportunidad.
—No lo somos —respondo sin bajar la guardia y fingiendo no sentir nada.
—¡Llevan más de un mes viviendo juntos!
—Él no vive en mi casa, solo duerme… a veces —respondo picara levantando las cejas de forma sugerente.
Rueda los ojos
—Eso deberías aclarárselo, porque sus celos lo mataran un día de estos —responde burlona—, o dejará sin dentadura a tu compañerito de trabajo.
—No sé de qué hablas, él y yo quedamos en un acuerdo cuando todo esto comenzó.
—¿Y ya se lo recordaste…?
—¿Cuál es tu preocupación en todo esto, demonio?
—¡No juegues con Dante! —me advierte, y me da escalofríos su frialdad— Él es como un hermano para mí, y quiero que seas sincera contigo misma.