Todos se miraban tensos en aquel piso, se miraban unos a otros como mandando al más valiente a enfrentarse al miedo, pero en ese puñado de cobardes, no existía ningún honorable. Yo continué mi trabajo con ganas de llorar, pero sin demostrarlo. Miré llegar a Sebastián y su visita era la que menos esperaba. Ni siquiera sabía que tenía cita con Erick, no la tenía registrada en la libreta.
–¿Ha pasado algo aquí? Veo a todos como extraños –dijo Sebastián–.–Hubo una situación que los tiene así a todos–dije–.–Ya veo, bueno, dejando a un lado eso, ¿Podrías avisarle a Erick que estoy aquí? –dijo–.–Claro–dije–. Tomé el teléfono para avisarle a Erick cuando miré que Antonio entró a la oficina de Erick. Todos lo quedaron viend