35.

Me adentro en la oficina, tirando todo lo que está sobre mi escritorio al suelo en un gran manotazo. Estoy furioso y quiero golpear a alguien, quiero golpearlo a él.

El dichoso Carlos, quien hoy llevó a Gabriela a su trabajo. Ella no contestó mis llamadas y, por supuesto, me está evadiendo y yo no sé por qué.

―Al menos que… ―hablo para mí mismo, pensando en la probabilidad más acertada―. ¡Chingada madre, Charlotte Pedraza!

Estoy casi seguro de que me mintió. ¿Cómo es que no pude verlo antes, maldita sea? Por supuesto que ella la vio, sabrá Dios en qué pose, y con la pasional decoración a su alrededor. Y dudó, dudó de mí porque sigue creyendo que soy un casanova.

―Joder, Gaby… ―murmuro para nadie en específico, tomando asiento frente a mi escritorio―. Después de todo lo que hemos vivido, ¿aún dudas de mí?

Debo esperar a que sea su hora de descanso, aunque ahí puede evadirme diciendo que no la tomará. Y debo hablar con ella hoy mismo, así que mejor esperaré a su salida. Tengo que aclara
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