11.
Estiro mi vestido un poco, sintiéndolo diminuto ante su escrutinio y recojo la mesa para volver a trabajar. Lo ignoro, dejando que otra mesera los atienda y miro de reojo hacia las afueras del local donde se encuentran Montse y Cristian.
Ojalá se solucionen las cosas entre ellos. Cristian y yo solo tenemos una amistad y… la verdad no sé si vaya a pasar algo, no me gustaría arruinarlo. Sin embargo, Montse debe aceptar que no es correspondida de igual forma y que no es mi culpa que él sienta lo que sienta.
―Gaby ―me llama Maite y yo espabilo.
―Sí, ¿dime?
―Te solicitan en la mesa cinco ―dice y yo busco la mesa, gruñendo al ver quien es―. Quiere ser atendido únicamente por ti. Probablemente su papá le habló bien de ti. Aprovecha, dejan buena propina.
― ¿Y si no quiero? ―pregunto, mirándola.
― ¿Estás loca? Es el hijo del mejor amigo del dueño de este café, ve ―ordena.
―Bien ―acepto a regañadientes.
Camino con el paso más firme de lo normal y la barbilla alzada, mientras en mi mente lo insu