Los matones eran conscientes de que la persona que les había encargado la tarea era muy poderosa en la Ciudad Norte, por lo que no se atrevían a confesar la verdad. Sabían que hacerlo, definitivamente solo empeoraría las cosas. En comparación con eso, los azotes parecían más soportables.
Después de todo, la que estaba frente a ellos era solo una simple chamaca, no sería tan cruel como las personas poderosas y controladoras.
En realidad, Estrella comprendía sus pensamientos y no estaba dispuesta a pasarlo por alto, por lo que aplicaba más fuerza en los azotes, mientras amenazaba:
—Piénsenlo bien. Si no me dicen la verdad, ¿creen que podrían salir ilesos de aquí?
El dolor de los azotes era casi insoportable y finalmente hubo alguien que no pudo aguantarlo más y gritó:
—Yo hablaré, ¡Lo diré!
Estrella lo miró fríamente y dijo:
—Bien. Habla rápido.
El hecho de que estos matones hubieran soportado los azotes durante tanto tiempo, demostraba que tenían una buena resistencia.
Sin embargo, ante