Zared se sintió mal todo el día, sofocado hasta la médula por el hecho de que Estrella estuviera presumiendo en su propia cara.
Tenía la cara azul cuando llegó a casa.
Hada sabía leer las expresiones de la gente y, al verlo así, sirvió una taza de té y la acercó a Zared.
—¿Qué te pasa? ¿Qué te ha dicho esa cabrona?
Zared por fin tenía a alguien con quien hablar de sus penas, después de mucho bla-bla-bla, le contó todo sobre el comportamiento de Estrella y sus recelos.
—¿Es posible que Estrella no sea tan simple como pensábamos? —Zared tuvo ese pensamiento hacía mucho tiempo.
A Hada, sin embargo, no le importó y su tono estaba lleno de desdén.
—Es una chica salvaje del campo, por supuesto que no es buena persona. A lo mejor se unió a un grupo de vándalos. ¿Cómo se atreve a pegarle a su propio padre? Va a poner todo patas arriba.
No se lo planteó de otra manera, mucho menos pensó que Estrella pudo haber tenido algún tipo de formación profesional. Simplemente había aprendido un movimi