Susanna y yo hemos estado hablando de nuestros otro año nuevo de vida toda la semana, pero a pesar de la emoción que ambas nos expresamos, sabía que todavía nos aferrábamos al dolor de nuestro pasado: el dolor de la pérdida y la culpa que venía con el mero pensamiento de celebrar en un día así.
Aunque Susanna lo disimuló bien, me di cuenta de que ella sentía lo mismo.
Pero a pesar de nuestro miedo, mi cumpleaños ya era y el de ella faltaban siete días. Cuando me levanté de la cama esa mañana sin esperar nada de nadie, me dirigí a la cocina para preparar el desayuno para mis cachorros y mi hombre, que seguía roncando en la cama con ambos acurrucados a su alrededor.
"Feliz cumpleaños, Agnes". Inara murmuró con los mismos sentimientos encontrados que yo conozco tan bien, mientras batía unos huevos en un bol.
—¿Feliz? Supongo que sí —respondí con un suspiro.
"Le prometimos a Susanna que celebraríamos este año, Agnes. No estamos en un estado de ánimo festivo", grabó Inara. "Tenemos muchas