Pasaron las semanas, pero el mundo no había dejado de hablar de ella.Desde el momento en que Ava bajó de ese escenario del panel, todo cambió. Su nombre, una vez solo una nota a pie de página debajo del de Damien Blackwood, ahora estaba en sí mismo. Ya no era "la prometida", era Ava: oradora, embajadora de la marca, mujer de negocios.Los clips de su discurso con el presidente de Francia estaban por todas partes, su apretón de manos capturado en las portadas de revistas, su confianza tranquila diseccionada en programas de entrevistas. La gente la admiraba, la citaba, la invitaba.Se reunió con inversores, activistas, directores ejecutivos, líderes mundiales y, lo que es más importante, la recordaron.Incluso en los Estados Unidos, las mujeres hacían cola para escucharla hablar. Su bandeja de entrada se llenó de invitaciones, desde podcasts hasta cenas privadas organizadas por mujeres poderosas que ahora la querían en su mesa.Pero a través de todo el glamour, ella nunca dejó de volve
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