La mansión, generalmente un santuario de calma y control, ahora se sentía como una jaula que se acercaba a Ava. Se sentó en el borde del lujoso sofá de terciopelo, sus dedos golpeando nerviosamente el reposabrazos, los ojos pegados al flujo interminable de notificaciones que inundan su teléfono. Cada zumbido fue un nuevo golpe en el estómago.
Su visión borrosa mientras se desplazaba por los últimos titulares, sensacionalistas, retorcidas y francamente crueles. Artículos que la pintan como una buscadora de oro manipuladora, una mujer con un pasado escandaloso oculto. Una serie de fotos editadas circularon en las redes sociales, tomadas salvajemente fuera de contexto, haciéndola parecer alguien que no era.
Más dolorosos que el juicio del público fueron los mensajes de conocidos, colegas e incluso algunos llamados amigos que ahora la trataban como a una paria. Los susurros y las miradas de reseonaron más fuerte que los titulares.
Su pecho se apretó con un peso aplastante de desesperanza.