Capítulo 98El coche apenas se detuvo frente a la maternidad y Augusto ya había bajado corriendo, pidiendo ayuda. Enfermeros acudieron con una camilla, y Patrícia fue conducida rápidamente al interior del hospital. Aún sentía fuertes contracciones, pero intentaba mantener la calma, agarrando fuerte la mano de Augusto.— Estoy aquí, no me voy a separar de tu lado — le prometió, besando su frente.En pocas horas, después de mucho esfuerzo, sudor y emoción, los suaves llantos de los recién nacidos llenaron la sala de partos. Un matrimonio. Un niño fuerte y una niña serena. Patrícia lloraba conmovida, y Augusto apenas podía contener la sonrisa de orgullo mientras sostenía a los dos bebés en sus brazos, sus hijos, la renovación de la esperanza.A la mañana siguiente, Patrícia ya estaba en la habitación de la maternidad, con los bebés durmiendo en las cunas junto a la cama, cuando la puerta se abrió lentamente. Primero entró su madre, con los ojos llorosos, y detrás llegó el abuelo, empujad
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