CAPÍTULO 13La manada entera se sumió en un frenesí de confusión después de que Tanya se marchara con Abigail. Su voz, fría pero a la vez cálida y tierna, resonó en el salón cuando, dirigiéndose a su rey, lo llamó compañero. «¿Es cierto?», se preguntaban entre susurros y murmullos. Algunos la llamaban audaz, otros, arpía. Las mujeres, sobre todo, aunque la detestaban, no dejaban de hablar de su valentía. El salón se llenó de bullicio; todas sus voces ahogaron la suave música de fondo.Lolita sintió que su mundo se derrumbaba. Claramente había subestimado a Tanya y la había menospreciado. «¡Encontró la horma de su zapato!», exclamaron la mayoría, señalándola con el dedo. «¡Esa arpía!», masculló Lolita, con el pecho agitado por la rabia. Cuando Tanya llegó al salón, la había eclipsado por completo. Su cuerpo, su belleza, su calma... todo en ella era lo opuesto a Lolita. Los hombres la admiraban, las mujeres se sentían instantáneamente inseguras de su apariencia. Tanya entró con gracia y
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