La lancha se balanceaba suavemente con las olas mientras la isla se revelaba lentamente ante los ojos de Alicia y Sofía. El sol comenzaba a descender en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos cálidos que se fundían con el turquesa del mar. Era una imagen tan serena que por un instante, Alicia sinti

Pero su corazón dio un salto. Dante se tensó ligeramente. La miró con algo que no supo nombrar. Como si su cuerpo reconociera algo que su mente no podía. Ella soltó su mano despacio. —Gracias —susurró. —Buenas noches —fue todo lo que él dijo, mientras ella comenzaba a alejarse. Y entonces, mien

—Pensé que tendrías calor —dijo ella, sonriendo mientras le ofrecía una botella. Dante asintió cortésmente. —Gracias. Abril se sentó frente a él sin esperar permiso, apoyando la carpeta sobre la mesa. —Estuve hablando con los ingenieros esta mañana. Quieren avanzar con la cimentación al norte, p

No hablaron. No era necesario. Solo se miraron. Él dio otro paso, más cerca. Ella no se movió. Y la luna los envolvió a ambos como un lazo invisible, como si el cielo supiera que el reencuentro había comenzado… aunque aún no supieran cómo continuar. El viento comenzó a soplar con más fuerza, c

Alicia lo abrazó con fuerza. —No te rompes —murmuró—. Solo estás recordando sin saberlo. Él no respondió. Pero sus brazos la apretaron con más fuerza, como si con eso pudiera anclarla a su mundo. La luna siguió colándose por la ventana, acariciando con su luz los cuerpos entrelazados, y el vient