Pavel y yo pasamos toda la mañana juntos. Algo tan simple… y, sin embargo, tan extraordinario. Pavel, siempre tan ocupado, tan serio, tan lejano a veces, hoy parecía no querer alejarse de mí ni un segundo. Y yo, contra todo pronóstico el día de hoy también me dejé envolver por esa burbuja de calma como si el mundo allá afuera no pudiera tocarnos.Después de haberle hecho el amor con mi boca, pensé que ya no podía haber más magia. Pero la hubo. Caminamos tomados de la mano por el invernadero del clan, sin hablar demasiado, sólo escuchando el crujido del suelo bajo nuestros pasos, el canto leve de los pájaros y la vibración muda de nuestras respiraciones entrelazadas. Luego, sin planearlo, nos recostamos sobre la gran hamaca de tela gruesa, y Pavel me rodeó con sus brazos. Me dormí escuchando su corazón. Y por un momento, sentí que todo estaba bien.Pero cuando cayó la noche, él me sorprendió a un más. Me pidió que me abrigara, sin decirme adónde íbamos. Subimos juntos al coche del clan
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