Capítulo 132|| PUNTO DE VISTA DE VALERIA ||El frío viento español me azotó el rostro apenas bajé del coche. Me ajusté el abrigo, pero el hielo que se me incrustaba en los huesos no tenía nada que ver con el clima. Era por la escena que tenía frente a mí: mi padre, Daniel Volkoff, de pie con sus hombres, esperándome como si no fuera más que un paquete entregado en mano. Su abrigo negro ondeaba sobre la nieve, su rostro, tallado en piedra, resultaba indescifrable. A su alrededor, los soldados de la Bratva formaban un círculo silencioso y amenazante.El príncipe Leonard rodeó el vehículo y me ofreció la mano. La tomé brevemente, más por obligación que por cortesía, con el corazón latiéndome violentamente contra las costillas. Ya estaba. Había regresado.Leonard se volvió hacia mi padre e inclinó la cabeza con respeto.—Daniel Volkoff —saludó con suavidad—. Tal como prometí, su hija, sana y salva.Daniel esbozó una sonrisa sombría, de esas que jamás tocan los ojos.—Gracias, Alteza —res

Capítulo 134|| PUNTO DE VISTA DE SERGIO ||Me senté solo en mi coche, aparcado frente al viejo muelle, con las olas rompiendo contra la orilla como un cruel recordatorio de todo lo que había perdido.La ciudad no era la misma sin Valeria.Encendí un cigarrillo, pero el sabor se volvió amargo en mi boca. Lo arrojé por la ventanilla con un insulto. Me repetí que ella había elegido su propio camino, que no le importó lo suficiente como para quedarse.Pero la verdad era que la extrañaba.Más de lo que jamás admitiría en voz alta.Incapaz de soportar la incertidumbre un segundo más, empecé a mover hilos. Hice llamadas, presioné contactos, removí favores viejos. Una cosa llevó a la otra, y terminé cara a cara con uno de los asquerosos amigos de Leonard en un club barato.Al principio, el tipo se mostró arrogante, soltando risitas y comentarios sarcásticos sobre España, sobre la Bratva, sobre Valeria.Hasta que lo agarré por el cuello y lo estampé contra la pared.—Habla —gruñí, sin rastro

Capítulo 136|| Punto de vista de Bellona ||El aire de la mansión estaba cargado de tensión en cuanto cruzamos la entrada.Apreté a Seth contra mi pecho, sintiendo cómo sus pequeños puños se aferraban a la tela de mi vestido. Dante posó una mano cálida en mi espalda, como si fuera un ancla que me mantenía firme.Al llegar al gran salón, descubrimos que la familia ya estaba reunida.Mi corazón se hundió al verlas: Rossie y Anastasia, sentadas con aire de suficiencia cerca de la cabecera de la larga mesa.Rossie parecía demasiado cómoda, con una sonrisa astuta y una postura relajada, como si celebrara una victoria silenciosa de la que nosotros aún no éramos conscientes.Tragué saliva, intentando ocultar la inquietud que me corroía por dentro.El abuelo de Dante estaba de pie en la cabecera, imponente incluso a su avanzada edad. Su bastón golpeó el mármol con un eco firme cuando se aclaró la garganta.—Gracias a todos por venir —comenzó, su voz resonando en el salón—. Hoy tomaremos deci

Capítulo 138|| PUNTO DE VISTA DE VALERIA ||El centro comercial vibraba con el murmullo de la gente, las risas lejanas y el tintineo constante de las tazas de café. Cambié el peso de las bolsas que llevaba en los brazos y dejé escapar un leve gruñido de frustración.—Toma —dijo Sergio con brusquedad, arrebatándome la mitad de las bolsas sin siquiera pedir permiso.Lo miré con irritación, pero guardé silencio. Era más sencillo enfadarme con él que admitir cómo se me aceleraba el corazón cada vez que tenía uno de esos gestos… tan inesperadamente considerados.Caminamos en silencio unos instantes, nuestros pasos resonando sobre el mármol pulido. No pude contenerme más. Las palabras brotaron de mi boca antes de que pudiera detenerlas.—¿Por qué has vuelto, Sergio?Él ajustó las bolsas en sus manos, sin mirarme.—Dante y Bellona no podían soportar verte arruinar tu vida —respondió sin más.Su respuesta me golpeó con más fuerza que una bofetada.Me detuve en seco, obligándolo también a det

Capítulo 140|| PUNTO DE VISTA DE VALERIA ||Podía sentir el aire, denso de alcohol y perfume caro, envolviéndome como un peso que me hundía.Me senté rígida en el lujoso sofá de cuero, aferrando una copa de vino que ni siquiera había probado, fingiendo escuchar las bromas y risas del príncipe Leonard y de sus amigos, ya demasiado ebrios para mantener siquiera la compostura. Cada fibra de mi cuerpo gritaba que me fuera, pero forcé una sonrisa cortés, enterrando mis verdaderos sentimientos en lo más profundo.—Estás muy callada, Valeria —comentó Leonard, regalándome una sonrisa cargada de burla mientras se recostaba con desgana—. Tendrás que acostumbrarte al ruido. La corte real no es precisamente un convento.Asentí sin decir palabra.Uno de sus amigos, un hombre alto, corpulento y de cabello grasiento, se inclinó hacia mí. Su aliento, mezcla de whisky caro y malas decisiones, me golpeó de lleno.—Es incluso más guapa de cerca —murmuró con una mirada lasciva, estirando la mano para ap