Punto de vista de BellaEl restaurante que Sarah había elegido era uno de esos pequeños y tranquilos bistrós escondidos entre torres de cristal. Llegué un poco antes, con la esperanza de calmarme, pero mis dedos no dejaban de tamborilear sobre la mesa. Cada vez que miraba hacia la puerta, se me aceleraba el pulso. Estaba sentada sola en una mesa de la esquina, con dos vasos de agua sudando frente a mí, y esperé.Unos minutos después de las doce, las puertas de cristal se abrieron y supe al instante que era ella.Sarah Harland no se parecía en nada a lo que esperaba. Me la había imaginado mayor, quizá maternal, con un rostro dulce. En cambio, era joven. Cuando llegó a mi mesa, se detuvo, se cruzó de brazos un instante y luego apartó la silla frente a mí.—Eres Bella Hayes —dijo, pero no era una pregunta.Asentí lentamente—. Sí. Y tú debes ser Sarah Harland.Se sentó, apoyando su bolso en el regazo, con la mirada fija.Durante unos segundos, nos quedamos mirando. Intenté sonreír, algo p
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