Cuando David vino frenético, le esperaba un funeral.Al entrar en el lugar donde se celebraba el funeral, su rostro bruscamente se volvió pálido, con los ojos llenos de asombro y desesperación.Los dolientes, vestidos de negro, permanecían de pie solemnemente.Se situaba un ataúd oscuro en el centro de la sala, sobre el que colgaba mi retrato, con mi sonrisa amable y serena.David temblaba, a punto de desplomarse en el suelo.No podía creer que la mujer a la que una vez había amado tan profundamente yacía ahora en ese frío ataúd.—¡No! ¡No puede ser! —gritó David, tratando frenéticamente de abrir mi ataúd.—¡Vivian! ¡Despierta! ¡He vuelto! ¡No te atrevas a dejarme!Pero Josef lo bloqueó, con su pequeño rostro frío y distante.—Alfa, por favor, no haga esto. Mamá ya se ha ido. Deje que descanse en paz.David se quedó paralizado, mirando a Josef con incredulidad.—¡Josef, soy tu padre! ¿Por qué no me dejas ver a tu madre?Josef bajó la cabeza y se quedó en silencio un momento antes de ha
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