Sede Central del Grupo AlexanderDamian Alexander, el poderoso dueño del imponente edificio del Grupo Alexander, salió del ascensor con una expresión que hacía temblar el aire a su alrededor.Era como si una tormenta se formara sobre su cabeza, lista para fulminar a cualquiera lo bastante tonto como para acercarse demasiado.Justo detrás de él, como siempre, venía el asistente Brown.Sereno. Inmutable. Ni una arruga de preocupación en su rostro… aunque en su mente malabareaba al menos una docena de problemas al mismo tiempo.Al acercarse a la oficina del presidente, Brown aceleró el paso.El personal de secretaría se levantó de inmediato, inclinándose con respeto.Brown abrió la puerta con precisión militar, y Damian entró con un ceño tan oscuro que podría haber cortado la leche.El personal volvió a sentarse enseguida, tecleando con la determinación de soldados marchando al frente de batalla.Dentro de la oficina, Damian se detuvo en seco.Se giró bruscamente, con los ojos encendidos

Una joven que sabía aprovechar su embarazo—esa era Livia.Los sirvientes se habían vuelto mucho más atentos a sus necesidades diarias. Todo tenía que ser perfecto: el jabón que usaba en la ducha, el champú para su cabello, incluso la aromaterapia del baño. El detergente para la ropa debía oler fresco, pero no demasiado fuerte para su sensible nariz de embarazada.El mayordomo Matt, perfeccionista por naturaleza, se volvió aún más estricto con los chefs. Las comidas debían ser impecables. Los refrigerios saludables cambiaban todos los días para que ella no se aburriera, y la cocina rotaba chefs para mantener todo interesante.Incluso la señora Alexander había comenzado a mostrarle algo de cariño—moviendo discretamente los platos hacia el lado de Livia durante las comidas, aunque apartaba la mirada justo después. No era un gesto libre de orgullo; le avergonzaba mostrar demasiado afecto.Sus cuñados también estaban emocionados por el bebé, llenando la casa de una energía alegre. Damian,

El joven amo Damian lanzó otra mirada a Brown. Otro leve asentimiento de su asistente bastó para salvar el momento.Y así, el gran drama de la Ensalada Picante de Frutas con Pato terminó con Damian saliendo furioso de la habitación para ir a comprarla él mismo—al mismo lugar donde Livia solía detenerse con su amiga después de clases, antes de regresar a aquella casa sofocante.Recuerdos de la preparatoria. Algunos era mejor dejarlos enterrados, sobre todo si la arrastraban de vuelta a ese hogar.Mientras tanto, abajo, mientras la “batalla de la Ensalada Picante de Frutas con Pato” (ya fuera machacada con las manos o con los labios) seguía en pleno apogeo en el piso de arriba, el caos estalló por culpa de un malentendido de Jenny.Jenny bajó las escaleras a toda prisa, casi tropezando en su carrera, con el rostro lleno de pánico, como si el techo estuviera a punto de derrumbarse. El mayordomo Matt, al ver su expresión, se puso de inmediato nervioso también, aunque no tenía ni idea de l

El oído agudo de Brown captó cada palabra. Lanzó una mirada furtiva al hombre a su lado y notó la ligera curva en los labios de Damian. “Parece que el joven amo también lo escuchó,” pensó.La brisa sopló con más fuerza, agitando las hojas de los árboles y refrescando a la multitud que esperaba. El vendedor entregó dos porciones de ensalada picante de frutas y pato al hombre que estaba al frente de la fila, justo cuando Damian llegó. El hombre se quedó paralizado, atrapado entre la emoción y los nervios.“Disculpe, señor Alexander, me haré a un lado,” dijo inclinándose con respeto.Damian frunció ligeramente el ceño. ¿Por qué todos sentían la necesidad de saludarlo?El hombre aún no se movía, luego tartamudeó: “T-Trabajo en el hospital del Grupo Alexander, señor.”Damian soltó un leve “Oh…”“Gracias por el bono por el embarazo de mi esposa. Significa mucho para nosotros, sobre todo con el bebé en camino.” Echó una mirada nerviosa hacia Brown. Solo esa mirada fría y afilada del asistent

La noche había caído, reemplazando al día—seguía siendo el mismo día en que David había llegado a la casa principal.Damian entró, seguido de cerca por el mayordomo Matt, que no dejaba de relatar con entusiasmo todo lo que había sucedido durante el día en la propiedad.—Ha trabajado mucho hoy, joven amo. La señorita Livia se reunió con su hermano menor. Y luego, bla, bla, bla… —Después de quitarse los zapatos, subieron las escaleras, mientras el aire se llenaba con el incesante informe de Matt—. Y luego pasó esto, joven amo, y la señorita siguió diciendo aquello, bla, bla, bla… Era casi tan largo como el guion de un drama.El mayordomo Matt era como el dispositivo de grabación más avanzado del mundo.—Descansa, has hecho bien tu trabajo —dijo Damian con un gesto de la mano cuando llegaron a la puerta del dormitorio. Matt inclinó la cabeza y finalmente bajó las escaleras, solo después de que Damian desapareció dentro de su habitación.“El joven amo se ve tranquilo, gracias al cielo. Po