Capítulo 172 —No solo eres el Diablo… también eres padreNarrador:Mateo salió de la ducha con la toalla atada a la cintura. El vapor todavía le cubría la piel, y mientras se secaba el cabello con brusquedad, levantó la vista y se sobresaltó.Aylin estaba de pie junto a la ventana de la habitación, esperándolo en silencio. La figura de su madre allí, inmóvil, lo desarmó por completo.—¿Mamá? —balbuceó, tenso —No… no te esperaba.Ella lo observó con una serenidad que contrastaba con el temblor de él. Mateo, incómodo, buscó refugio en el baño otra vez. Cerró la puerta, sacó un pantalón de pijama del cajón y se lo puso rápidamente. No iba a quedarse semidesnudo frente a ella.Cuando volvió a salir, ya vestido, Aylin seguía en el mismo sitio. Lo miraba como si intentara medir el peso del alma de su hijo.—¿También vas a recriminarme por la estupidez que hice? —preguntó Mateo, con la voz rota, los brazos colgando, sin fuerzas para fingir.—No. —La respuesta de Aylin fue suave pero firme —No

Capítulo 174 —OpcionesNarrador:Renzo caminó hasta la puerta reforzada, miró a Luciano.—Ábrela.Luciano asintió y giró las llaves. El metal rechinó con un sonido áspero, y la puerta se abrió dejando ver la habitación estrecha.Adentro, Marco estaba recostado en la cama, con las manos cruzadas detrás de la cabeza, la mirada perdida en el techo. Al ver entrar a Renzo, se levantó de golpe.—Jefe… —balbuceó, enderezándose como un soldado frente a su general.Renzo lo miró con frialdad, cruzando el umbral con paso lento.—Jefe, nada. —Su voz sonó cortante, sin espacio para dudas —Ya no trabajas para mí.Marco tragó saliva, la garganta seca.—Renzo…—El Sastre está muerto —lo interrumpió, clavándole los ojos —Y antes de morir lo contó todo. Te usó, Marco. No eras un traidor, solo un idiota. Pero eso no cambia nada: ya no te quiero a mi lado.Las palabras cayeron como un martillazo. Marco bajó la cabeza, los hombros vencidos, y luego alzó la mirada con una dignidad rota.—Acepto mi destino

Capítulo 176 —Te lleve completaNarrador:Sofía abrió la puerta del dormitorio sin hacer ruido, como una sombra que entra en un cuarto que ya conoce. Mateo estaba sentado al borde de la cama, la mirada perdida en las manos y el gesto endurecido por la culpa.—Mateo —dijo ella, cerrando la puerta tras de sí —Me enteré.Él levantó la vista despacio, como si reconociera el peso de la frase.—¿Te enteraste? —repitió —Sí… la cagué, Sofía. La cagué feo.—Sí —dijo ella sin rodeos —La cagaste.Se acercó y se quedó a un paso, mirándolo sin afecto, con la voz cortante, pero sin gritar.—Te juro que te golpearía —confesó, en un hilo que fue más un reproche que una amenaza —Pero creo que ya tenés castigo suficiente.Mateo la miró, sin defenderse, tragando saliva.—Me lo merezco —murmuró—Merezco todo lo que me está pasando.Sofía dio un paso atrás, se apoyó en el marco de la puerta y clavó la mirada en él con una mezcla de pena y dureza.—Vas a tener que dejar que mamá haga su magia con papá —dijo,

Capítulo 178 —HermanosNarrador:El coche se detuvo frente a su finca en la villa en el Val di Noto, al sureste la isla italiana. No desbordaba ostentación, sino un silencio antiguo que parecía guardado entre los campos de almendros y las lomas doradas por el sol siciliano. El aire estaba cargado con ese perfume de azahares y piedra caliente, tan distinto al bullicio de las ciudades. Allí no había turistas con cámaras ni voces alegres, solo la inmovilidad de los muros barrocos que habían visto pasar siglos de secretos. El aire también olía a olivos y tierra húmeda, un perfume que Renzo reconocía como propio desde niño. Apenas bajó, la puerta de la casa se abrió y apareció Gaia, con una sonrisa tranquila que contrastaba con el peso que él cargaba encima.—Renzo… —dijo ella, corriendo hacia él con los brazos abiertos —Finalmente en casa.Él la estrechó fuerte, hundiendo el rostro en su cabello como si quisiera recuperar años perdidos.—Gaia, sorella…(hermana) cuánto tiempo.—Demasiado —r

Capítulo 180 —Soy mujer antes que madreNarrador:Sofía llegó a la mansión con los ojos todavía enrojecidos. Apenas atravesó el salón, caminó directo hacia la cocina, siguiendo el olor familiar a té recién hecho y a chocolate.Aylin estaba allí, sacando un pastel del horno, cuando de pronto sintió los brazos de su hija rodeándole la cintura por detrás.—Sofía… —murmuró, girándose enseguida. La abrazó fuerte y le besó la cabeza, notando el temblor en su cuerpo.Las lágrimas de Sofía le mojaron el hombro.—No, chiquita, no llores… —susurró Aylin acariciándole el cabello —¿Qué pasó? ¿Te peleaste con el italiano antes de que se fuera?Sofía negó, sollozando.—No, mamá… al contrario. Pero no sé… —se llevó las manos al rostro, incapaz de contenerse.Aylin la sostuvo por los brazos, mirándola con ternura.—Siéntate aquí conmigo —le dijo —Tranquilízate un poco, yo te sirvo té. Y una rodaja enorme pastel de chocolate, de ese que tanto te gustan. Eso te va a hacer bien.Sofía se dejó guiar hasta