VIOLET SWAN. OREGÓN-PORTLAND. ꘎♡━━━━━━━♡꘎ El fin de semana había sido una completa locura. En mi mente no deja de repetirse la discusión que tuvimos Aarón y yo por lo de golpear al hermano de Sam. Suspiro hondo, sintiendo el aire frío del otoño colarse por mis labios entreabiertos. Cierro los ojos un instante, pero las imágenes regresan: sus ojos clavados en mí, mis palabras duras, el silencio que quedó después. Sacudo la cabeza lentamente, como si con ese movimiento pudiera deshacerme de todo lo que pesa. Cruzo los brazos sobre el pecho, buscando un poco de calor. El campus está envuelto en los tonos dorados y rojizos del otoño. Las hojas caen despacio, girando en el aire antes de amontonarse sobre los senderos de grava. Al fondo, los árboles se mecen con una brisa ligera, y el sonido de pasos lejanos rompe el silencio de vez en cuando. Es un espectáculo tranquilo, casi soñado. Hasta que Tara aparece. Camina hacia mí

VIOLET SWAN.OREGON-PORTLAND. ꘎♡━━━━━━━♡꘎ Ya ha pasado una semana desde que Aarón trabaja en la misma universidad a la que asisto como profesor. Con solo recordar lo rara que esta semana ha sido, comienzo a reír sola, como si fuera el chiste más gracioso del mundo. Es viernes y decidí llegar temprano a casa y preparar algo rico de comer.Lavo los vegetales y, una vez que está todo listo, comienzo a cortar las zanahorias. El móvil comienza a timbrar y respondo.— Hola, lobito...— ¿Dónde estás? — responde en tono áspero, ignorando mis saludos.— En casa — contesto — Salí más temprano. ¿Pasa algo, Aarón? — averiguo, pensativa, por aquel tono de voz.— No, no pasa nada — lo escucho suspirar al otro lado de la llamada. No sé si fue duda o preocupación. — Comprendo. Solo quería saber dónde estabas...— Bueno, preparo una cena deliciosa — pienso: «el lobo controlador seguramente, al no verme, en

VIOLET SWAN. OREGON-PORTLAND. ꘎♡━━━━━━━♡꘎ El ruido de la cochera me despierta. Tomo el móvil del suelo junto al sofá y al ver la hora, me doy cuenta de que ya es más de media noche. «¿Por qué está regresando tan tarde? Se suponía que debía estar aquí hace cuatro horas». Mi cabeza no deja de formular preguntas, y ninguna respuesta me calma. Cierro los ojos, dejo el teléfono sobre la mesa de centro y me hundo un poco más entre los cojines, fingiendo dormir. El aire del salón es frio, cargado con el olor a cera de velas aromáticas y el leve rastro de mi perfume en la manta que cubre mis piernas.Escucho el clic de la cerradura, luego el crujido de la puerta al cerrarse. Suspira. El sonido metálico de las llaves cayendo en el bol de entrada. Sus pasos, lentos, pesados, se dirigen al comedor. No me muevo. Fingo respirar con calma, aunque el corazón me late un poco más fuerte. Poco a poco, sus pisadas se acercan. Se detiene siento su presencia antes de

ERIC CONNOR. ITALIA. ꘎♡━━━━━━━♡꘎ — Eric — escucho pero no dejo de andar, los dedos crispados dentro de los bolsillos, la nuca tiesa. No me interesa hacer relación con estos cadáveres caminantes — Detente, imbécil. ¿Qué no escuchas? — espeta la voz femenina tras de mí, y su mano se clava en mi hombro con una presión que pretende dominio, pero tiembla apenas. — ¿Qué carajos quieres ahora, Eliza? — respondo quitando su mano de mi hombro con un movimiento seco del codo, sin mirarla. La mirada carmesí de la rubia me estremece: vacía, sí, pero con filo. No sé si es miedo o la ira acumulada por estar aquí contra mi voluntad, obligado a convivir con estos monstruos disfrazados de humanos. — Tú has estado manteniendo comunicación con los perros grotescos de Red Moon — suelta, y hay un dejo de duda en su tono, como si temiera la respuesta. Río. Es cierto, pero sinceramente ya no me importa nada a estas alturas de mi vida. — ¿Po

VIOLET SWAN. BOREGON.꘎♡━━━━━━━♡꘎ — Aún no entiendo nada, Violet. ¿Qué ocurre? — averigua Tara deteniéndose al ver la luz roja. Yo miro la ventanilla, mi rostro se ve deformado en el espejo por las gotas de lluvia. El mundo exterior era un borrón gris, perfectamente alineado con la tormenta que arrasaba mi interior. — Estabas feliz, Vi, de verdad. No puedo entenderte...— No hay nada que entender, Tara — digo, tratando de contener el nudo en mi garganta que se hacía más grueso con cada palabra. Lo único que ahora me importa es que mi padre y mi hermano estén bien. El recuerdo de Cassandra, su voz helada y la amenaza implícita sobre Ezra y mi padre, era el combustible de mi desesperación. Era la única verdad que me mantenía en movimiento, la única justificación para la traición que estoy cometiendo. — Las cosas simplemente no funcionaron — digo con claridad, en un intento de auto convencimiento impuesto a mí misma. La explica