Cuando volví a ver a Adrián, estaba terriblemente demacrado. Su cuerpo, antes fuerte, se había marchitado, apenas era una sombra del poderoso Alfa que solía ser.Miraba por la ventana con la vista perdida. Solo cuando entré en la habitación, una chispa de luz regresó a sus ojos vacíos.Bajó la mirada hacia su propio cuerpo devastado por la maldición y soltó una risa autodespreciativa. —Esperanza... ahora me veo horrible, ¿verdad?No respondí.Continuó. —Lo siento, fui demasiado codicioso y débil. Ansiaba el poder, pero no pude manejar el fracaso, así que te eché toda la culpa. Probablemente, este es mi castigo.—Esperanza, dime... si pudiéramos empezar de nuevo, si esta vez te valorara como mereces... ¿me elegirías de nuevo?Al ver el patético destello de esperanza en sus ojos, destrocé su fantasía sin titubear. —No, no hay segundas oportunidades. Además, Adrián, tu naturaleza nunca cambiaría, tu ambición nunca estaría satisfecha.Un Alfa eternamente insatisfecho nunca encontraría la f
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