POV: SIMONMi carne estaba hecha jirones, colgando en tiras ensangrentadas. Los cortes abiertos ardían como brasas vivas, y mis muñecas, sujetas por cadenas de plata, quemaban sin descanso. Mi piel había sido arrancada en partes, expuesta, viva, palpitante. El olor a sangre metálica y carne quemada impregnaba el aire. Algunos de mis colmillos estaban rotos, arrancados sin anestesia ni compasión, y cada respiración hacía que mis costillas protestaran con un dolor punzante, como si aún sintieran las garras del Alfa Supremo clavadas en mí. Pero nada de eso… nada dolía más que la sensación de ser señalado como traidor. Yo.Simon River.Lobo de sangre beta.Nacido para proteger, servir, luchar.Honrado hasta los huesos. “¡Levanta la cabeza! ¡No somos gusanos!”, rugi&oacut

POV: SIMON—¡Eso no te daba derecho a destruirlo todo! —mi voz salió grave, rota, como si el propio lobo rugiera desde mi interior—. ¡Cruzaste todos los límites! Mendy tiró del brazo con fuerza y logró liberar una de sus manos de mi agarre. La sostuvo cerca del pecho, protegiendo los cortes que yo le había hecho. Las garras aún dejaban finos hilos de sangre deslizándose por su piel pálida. A pesar de estar herida, seguía desafiante. —Además… —dijo, jadeante, lamiéndose los labios como una víbora triunfante—, es imposible que el Supremo descubra nada. Armé un espectáculo… impecable. Con pruebas, con testigos, con todo lo necesario. Arqueé las cejas, sintiendo un escalofrío helado recorrer mi espina dorsal.—¿Pruebas? —

POV: DAIMONSus ojos estaban empañados, y la humedad hacía que el tono dorado de sus iris fuera aún más evidente. Eran como brasas vivas, palpitando de emoción. Sus labios temblaban, entreabiertos, entregados a la fuerza del momento. Respiraba rápido, pero no era miedo. Era algo más. Era una emoción cruda. Real. Sonreí de lado. Una sonrisa torcida, cargada de orgullo y rendición. Ver a mi humana audaz allí, tan entregada, me afectaba de una manera que jamás permitiría en ningún otro escenario. Pero con ella, todo siempre fue fuera de lo común. Airys nunca siguió las reglas. Y fue exactamente por eso que derribó cada una de mis defensas. Era extraño verme así. Yo, Daimon Fenrir, Alfa Supremo, una criatura forjada en guerra, sangre y dominación. Era incapaz de sentir amor, empatía o cualquier

POV: DAIMONLos aullidos llenaron el aire, fuertes, rítmicos, vibrando como una canción ancestral. La manada celebraba. La alegría estalló entre los invitados, el sonido de la victoria, del amor y de la unión, marcado por la voz de cada lobo que reconocía aquella ceremonia como sagrada. Nuestros hijos corrieron hacia nosotros, con los rostros iluminados de felicidad. Alec fue la primera en lanzarse contra nosotros, sus bracitos rodeando mi cintura con fuerza. Orion y Theron llegaron justo detrás, envolviéndonos con abrazos apretados y ojos que lo decían todo sin necesidad de palabras. No importaba lo que el mundo allá afuera tramara. Esa noche sería nuestra. Perfecta. Intocable. Y haría sangrar a cualquier miserable que osara pensar lo contrario. Tomé a mi pequeña princesa de

POV: DAIMONAirys frunció el ceño y negó con la cabeza, los labios entreabiertos, la respiración ya alterada. —Cuando nos transformamos en nuestra forma primitiva. Salvaje. Instintiva. La más pura de todas —completé, con la voz baja y pausada, dejando que el peso de las palabras cayera directamente entre sus piernas. —Espera… —susurró, con los ojos muy abiertos—. ¿Quieres que me transforme… aquí? ¿Ahora? Se mordió el labio inferior con fuerza. Nerviosa. Excitada. Dividida entre el temor y una curiosidad insana que vibraba en su piel. —Tú ya te has transformado antes —le recordé, observando atentamente cada microexpresión. Olfateé. Sentí. Su aroma cambió: una mezcla cálida de duda, deseo y un leve miedo. Suficiente