Ni mis padres, ni Hugo, ni Gloria... nadie imaginó que yo pudiera rebelarme, mucho menos que fuera capaz de hacer que expulsaran a Gloria de la universidad.Dentro de la casa, los gritos y el sonido de cosas estrellándose contra el suelo no paraban. Gloria estaba fuera de control.Ana, agotada, se frotaba las sienes, intentando acallar el dolor que le martillaba la cabeza.—Ay, ¿por qué Elena sigue siendo tan egoísta? —suspiró, exasperada—. Todo por un diseño... Mira cómo dejó a Gloria, hecha pedazos, llorando sin parar.César tenía el rostro tenso, la mandíbula apretada. Soltó un resoplido por la nariz.—Ahora resulta que se cree la gran cosa... Ni siquiera se digna a contestarnos. Pues que no nos llame más, ¿sí? Y que ni piense en volver a pisar esta casa.Hugo, en cambio, estaba en un rincón, mirando fijamente el celular, sin decir nada.Desde que Elena le colgó, no podía sacarse esa angustia del pecho. Le había escrito por todas las redes posibles, una y otra vez... pero nada. Ni u
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