Después de una semana en Sudáfrica, volvemos a casa; una semana que nunca voy a olvidar, aún no doy crédito a lo que hizo Lina ¿Meternos en medio del océano lleno de tiburones blancos? Dios, casi me infarto cuando me sacó la venda de los ojos; nunca imaginé que haría algo así, ni tampoco que me pediría que me case con ella. Aunque pensándolo bien, por ser ella, hubiera esperado lo de los tiburones, pero no que me propusiera matrimonio. Suena loco, lo sé, pero no olvidemos que es Lina. El que me lo propusiera, fue algo que en verdad nunca vislumbraría que pudiese hacer, estaba seguro que hasta que no hiciera alguna locura para pedirle que se casara conmigo, Lina no iba a ceder, y ahora me sale con esto, ella es la que me lo propone. Sonrío con solo recordar todo lo que hizo, y la pulsera, esa pulsera que me marca como si fuera de ella, bien característico de Lina; pero no necesito una pulsera que diga que le pertenezco, yo ya lo hago, desde hace mucho que es así. Lina tiene que marcar
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