La mansión Kholl, con sus muros de piedra que parecían susurrar historias de amor y resiliencia, se alzaba majestuosa bajo el cielo despejado de una noche de verano en 2035. Diez años después de la barbacoa que reunió a la familia en un momento de unión y reflexión, la mansión estaba lista para ser el escenario de una celebración sin precedentes. Dalila Weber, ahora de cuarenta y cinco años, había alcanzado la cima de su carrera como actriz, con un legado que incluía un premio nacional por Sombras de Cristal y una nominación internacional por Luz de Medianoche. Pero su último proyecto, El Latido del Horizonte, una épica familiar sobre generaciones unidas por el amor y el sacrificio, era el más personal de todos. No solo porque Dalila lo protagonizaba, sino porque su hijo, Adrien Kholl, de trece años, debutaba como actor a su lado, interpretando a su hijo en la ficción, un papel que parecía un reflejo de su vínculo en la vida real.Adrien, con los ojos grises de su padre, Albert, y la
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