Ella debía tener palomitas... la Diosa Luna, quiero decir. Debe estar observando desde su comodidad, disfrutando del espectáculo. Era la única manera en que esta extraña y retorcida situación podría estar ocurriendo.En cuestión de segundos después de encontrarme, Tomás ya estaba tratando de convencerme de regresar a casa con él, de cambiar mi nueva vida y volver a lo que teníamos.¿Lo que teníamos?Yo, aislada en una manada durante años... la Manada del Fantasma Oscuro me había mostrado más amabilidad en 2 semanas de lo que la Manada del Desierto Ámbar había hecho jamás.—¡Carla, te ordeno que vuelvas a casa! —Su mandíbula se endureció, sus labios haciendo una expresión desagradable, como si yo le estuviera causando dolor de alguna manera.Tal vez lo estaba haciendo, pero mi vida no estaba en venta.Su mano agarró mi brazo, con su paciencia agotándose. Podía sentir los hormigueos de su agarre, con el vínculo de pareja todavía tratando de volver a unirnos... pero había pasado demasiado
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