El alcalde de Ciudad Dovel, Ricardo Petro, también asistió y estaba con su hijo, que se encontraba en silla de ruedas.—¡Señor Reyes! ¡Mire! ¡Ya puedo mantenerme de pie por un minuto! —dijo el niño pequeño del alcalde, refiriéndose a Adrián.—Excelente, Benito —lo saludó Adrián—. ¡Pronto podrás estar de pie por más tiempo!Una vez más, Adrián hizo las presentaciones, y como en la última mesa, los Petro también compraban las joyas de Raquel. La curiosidad venció a Antonio, y no pudo evitar preguntar. —Solo me preguntaba cómo conoce a mi hijo, Alcalde Petro.Las cejas de Ricardo, el alcalde, se juntaron. Miró a Adrián sorprendido y preguntó. —¿Tu padre no lo sabe?—Él... eh... —Adrián se volvió hacia Antonio y sugirió—. Probablemente lo olvidó, hemos estado muy ocupados últimamente.Antonio no supo por qué, pero sintió que era una bofetada en su cara. Fuera lo que fuera, ¿no debería saberlo? ¡Adrián era su hijo!—Una vez al año, Adrián patrocina un campamento deportivo en Dovel para niñ
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