Ruby observó aquella maravillosa vista a través del enorme ventanal y se perdió en sus pensamientos. El mundo allá afuera podía ser cruel, pero ella, a pesar de todo, se sentía como en una burbuja que, aunque la protegía, podía explotar en cualquier momento.La noche brillaba con estrellas que adornaban el vasto cielo, y ella seguía esperando en la habitación a su esposo. Incluso había conseguido una pequeña cajita de regalo para hacer la entrega de ese pañuelo.Sung-Hoon entró en la habitación, aflojándose la corbata. Al ver a su esposa sentada al borde de la cama, curioso, se preguntó qué era lo que ella tenía entre manos. Aquella sonrisa en su rostro le decía que ocultaba algo, y le resultó divertido.—Ruby, parece que algo te emociona. Aunque admito que prefiero verte sonreír. ¿Todo bien?En ese momento, Ruby se levantó de la cama y caminó hacia él, todavía con las manos ocultas detrás de la espalda, guardando el regalo que le tenía preparado.—Sung-Hoon, tengo algo que darte. No
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