Antes de regresar a casa, Adriel condujo hacia un local de comida. Benson le había dado un teléfono que había comprado antes de pasar a buscarla por la secundaria. Andrea estaba revisando el teléfono con entusiasmo, ocupando el asiento de copiloto.Adriel no podía evitar mirarla de vez en cuando, dándose cuenta de que, a pesar de su situación, ella era bastante positiva. No importaba cuán oscura fuera la situación, siempre buscaba un poco de claridad, aunque solo fuera un rayo de luz.—¿Te gusta mucho el teléfono? ¿Nunca habías tenido uno? —preguntó Adriel.—Son bastante costosos. Por supuesto que nunca había tenido uno, y este es tan genial. ¡Muchas gracias!—Solo tuteame, llámame Adriel y ya.—¿En serio puedo hacer eso? Creí que ni siquiera te agradaba. Quiero decir, pareces bastante enfadado, y puedo entender si eso es lo que sientes.—No estoy molesto, solo estoy siendo cuidadoso. Estoy evitando meterme en problemas, eso es todo.Ella asintió lentamente y volvió a bufar.—Aun así,
La sonrisa de su cara no desaparecía y es que el recordatorio de lo sucedido, seguía clavado en su cabeza y en su corazón. Ella, cada vez que volvía atrás, no podía evitar emocionarse y sentirse amada en medio de la plena felicidad que ahora llenaba su vida. Siempre estuvo llena de mucha oscuridad.Marie se dio cuenta del brillo especial que tenían los ojos de la joven y de su sonrisa que no se esfumaba de su bonito rostro. Aunque ya podía intuir un poco la razón, de todos modos se animó a preguntarle la razón por la que se encontraba tan feliz y se veía radiante.—Ruby, hoy brillas más que nunca y tu sonrisa es tan dulce. Apuesto que algo maravilloso te ha pasado y no sabes cuánto me alegra que así sea.—Marie —volteó a mirarla, toda sonrojada—. Estuvimos juntos y esta vez lo admití. No podía dejar de pensar en el hecho de que él había escuchado nuestra conversación, así que al final terminé diciéndole lo que siento y, para mi sorpresa, Sung-Hoon siente lo mismo. Todavía no puedo cre
Tras salir de la preparatoria ese día, Andrea se quedó esperando a que Adriel la pasara buscando como le había prometido. Se sentía un poco impaciente, al ver que él prometió buscarla sin falta. ¿Y si le surgió un imprevisto y por eso aun no la buscaba? Tal vez estaba en el trabajo y llegaría en cualquier momento. Se quedó un poco pensativa.Justo cuando Andrea había tomado la decisión de irse por su cuenta a casa, se frenó en seco al darse cuenta de que frente a ella estaba esa mujer otra vez, mirándola con unos ojos aterradores. Ella se sintió demasiado atemorizada al verla allí después de haber escapado.Andrea sentía que su corazón palpitó con ferocidad dentro de su pecho; deseaba correr con todas sus fuerzas y alejarse de esa mujer, pero algo la impulsaba a quedarse ahí frente a ella para enfrentarla. Y sí, definitivamente, no se iba a dejar derribar.—Tía Constanza...—Me pregunto cómo es que has conseguido la osadía de escapar de casa y pensar que yo nunca te encontraría, pero
Ruby estaba sentada en su habitación, rodeada de telas de colores suaves y patrones que había dibujado con esmero. Su corazón latía con alegría mientras pensaba en el pequeño ser que estaba por llegar. Esa tarde, se había propuesto confeccionar una ropita unisex para su bebé. Con cada puntada, sentía que su amor y ternura se entrelazaban con la tela, creando algo único y especial.Mientras las agujas danzaban entre las telas, Ruby no podía evitar sonreír. Imaginaba a su pequeño vistiendo esa ropa, con una sonrisa traviesa y los ojos llenos de curiosidad. La idea de ser madre la llenaba de ternura, y en ese momento, sintió que todo lo que había pasado valía la pena. A medida que daba forma a la ropita, su mente se llenaba de sueños y esperanzas para el futuro.Justo cuando estaba terminando el último detalle de la prenda, Marie entró en la habitación. Su rostro se iluminó al ver lo que Ruby estaba haciendo.—¡Ruby! —exclamó, acercándose rápidamente—. ¡Eso es precioso! Estás haciendo un
El fin de semana al fin había llegado y Andrea se despertó alterada, pensando que llegaría tarde a la preparatoria. Revisó su teléfono y se alarmó; pero al comprobar la pantalla de su móvil, se dio cuenta de que en realidad era un sábado por la mañana y no tendría que ir a la escuela. Su corazón se llenó de profundo alivio al darse cuenta de que podría quedarse en casa y descansar. Entonces fue consciente de que ese sería su primer fin de semana en aquella casa.Toc, toc. Supo que se trataba de Adriel quien estaba tocando la puerta. Se apresuró a levantarse de la cama y abrió la puerta, olvidándose por completo de que su apariencia no era la mejor. —¡Buen día, Andrea! Deberías alistarte —sugirió con una sonrisa. —¿Por qué razón? Hoy es solo sábado y no tengo que ir a la preparatoria. Así que puedo quedarme durmiendo y descansar un poco —emitió, casi en medio de un gruñido. Adriel puso los ojos en blanco, frustrado porque no entendía el motivo por el que él estaba pidiendo que se pus
Ruby, tras colgar la llamada con su tía, se quedó pensativa. Sus manos temblaban ligeramente mientras imaginaba todo por lo que podría estar pasando su hermana. Un mal presentimiento la invadía, y algo le decía que nada estaba bien. La incertidumbre la consumía: si Andrea no tenía dinero, ¿cómo había conseguido un teléfono? Y si ese era el caso, ¿por qué no había tratado de contactarla?—Seguramente ni siquiera tiene mi número telefónico —soltó al aire, sintiéndose cada vez más angustiada.—¿Quién no tiene este número telefónico? Cuéntame cuál es el problema y te diré cómo puedo ayudarte.Se sobresaltó ante la presencia repentina de su esposo. La voz masculina de Sung-Hoon la sacó de su trance, y por un momento se quedó en blanco, sin saber qué decir.—Sung-Hoon, estás aquí de regreso más temprano de lo que sueles volver.Él frunció el ceño y sonrió.—¿Por qué parece que no quisieras que estuviera de regreso tan temprano y de forma tan inesperada?—Oh, no, no quise decir eso —tartamud
Ruby comenzó a sentir cómo sus palmas le sudaban y cómo su corazón empezaba a latir con fuerza, amenazando con escapar de su pecho. Una vez más, estaban en una situación complicada y no sabía cómo manejarlo. La mentira que había estado sosteniendo, lo que ocultó a los ojos de su esposo, no podía seguir enterrado. Tenía que enfrentarse a la realidad y explicar la situación sin ocultar nada, pero no sabía cómo hacerlo.Por otra parte, ver a su hermana, Andrea, vestida de esa manera la dejó profundamente confundida y consternada al mismo tiempo.—Sung-Hoon, ya deberíamos hablar de esto en otro lugar. Prometo que te voy a explicar todo —dijo Ruby—. Sin embargo, también necesito escuchar lo que Andrea y este hombre tienen que decir.Sung-Hoon miró a su amigo, frunció el ceño y luego clavó la mirada en Ruby, sintiéndose aún más confundido.—Bien, podemos ir a casa y discutir allí. Hablemos todos juntos —resolvió.En medio de un silencio incómodo, los cuatro se dirigieron al piso de Adriel.
Cuando Andrea llegó, se sorprendió. La belleza del lugar era innegable; cada rincón reflejaba un lujo deslumbrante que la dejaba boquiabierta. No podía creer que estaba en un sitio tan hermoso y costoso, un lugar tan alejado de su vida cotidiana. Marie, la sirvienta del hogar, se presentó con una sonrisa cálida, asegurándole que podía pedirle lo que necesitara y que estaba allí para ayudarla en todo lo que hiciera falta. Andrea asintió, agradecida por la amabilidad de la mujer.—Marie, ella es Andrea, la hermana de mi esposa. Quiero que le muestres la habitación que ocupará a partir de ahora —mencionó Sung-Hoon.Marie asintió con la cabeza sin mostrar sorpresa; ya sabía de la existencia de Ruby y su hermana. Con un gesto amable, guió a Andrea hacia su habitación. Al despedirse, Andrea miró a su hermana y le dedicó una sonrisa sincera como signo de agradecimiento.—Buenas noches —murmuró mientras se adentraba en el pasillo tras Marie.Ahora a solas en su habitación, Sung-Hoon y Ruby se