Ruby, tras colgar la llamada con su tía, se quedó pensativa. Sus manos temblaban ligeramente mientras imaginaba todo por lo que podría estar pasando su hermana. Un mal presentimiento la invadía, y algo le decía que nada estaba bien. La incertidumbre la consumía: si Andrea no tenía dinero, ¿cómo había conseguido un teléfono? Y si ese era el caso, ¿por qué no había tratado de contactarla?—Seguramente ni siquiera tiene mi número telefónico —soltó al aire, sintiéndose cada vez más angustiada.—¿Quién no tiene este número telefónico? Cuéntame cuál es el problema y te diré cómo puedo ayudarte.Se sobresaltó ante la presencia repentina de su esposo. La voz masculina de Sung-Hoon la sacó de su trance, y por un momento se quedó en blanco, sin saber qué decir.—Sung-Hoon, estás aquí de regreso más temprano de lo que sueles volver.Él frunció el ceño y sonrió.—¿Por qué parece que no quisieras que estuviera de regreso tan temprano y de forma tan inesperada?—Oh, no, no quise decir eso —tartamud
Ruby comenzó a sentir cómo sus palmas le sudaban y cómo su corazón empezaba a latir con fuerza, amenazando con escapar de su pecho. Una vez más, estaban en una situación complicada y no sabía cómo manejarlo. La mentira que había estado sosteniendo, lo que ocultó a los ojos de su esposo, no podía seguir enterrado. Tenía que enfrentarse a la realidad y explicar la situación sin ocultar nada, pero no sabía cómo hacerlo.Por otra parte, ver a su hermana, Andrea, vestida de esa manera la dejó profundamente confundida y consternada al mismo tiempo.—Sung-Hoon, ya deberíamos hablar de esto en otro lugar. Prometo que te voy a explicar todo —dijo Ruby—. Sin embargo, también necesito escuchar lo que Andrea y este hombre tienen que decir.Sung-Hoon miró a su amigo, frunció el ceño y luego clavó la mirada en Ruby, sintiéndose aún más confundido.—Bien, podemos ir a casa y discutir allí. Hablemos todos juntos —resolvió.En medio de un silencio incómodo, los cuatro se dirigieron al piso de Adriel.
Cuando Andrea llegó, se sorprendió. La belleza del lugar era innegable; cada rincón reflejaba un lujo deslumbrante que la dejaba boquiabierta. No podía creer que estaba en un sitio tan hermoso y costoso, un lugar tan alejado de su vida cotidiana. Marie, la sirvienta del hogar, se presentó con una sonrisa cálida, asegurándole que podía pedirle lo que necesitara y que estaba allí para ayudarla en todo lo que hiciera falta. Andrea asintió, agradecida por la amabilidad de la mujer.—Marie, ella es Andrea, la hermana de mi esposa. Quiero que le muestres la habitación que ocupará a partir de ahora —mencionó Sung-Hoon.Marie asintió con la cabeza sin mostrar sorpresa; ya sabía de la existencia de Ruby y su hermana. Con un gesto amable, guió a Andrea hacia su habitación. Al despedirse, Andrea miró a su hermana y le dedicó una sonrisa sincera como signo de agradecimiento.—Buenas noches —murmuró mientras se adentraba en el pasillo tras Marie.Ahora a solas en su habitación, Sung-Hoon y Ruby se
Pasado algún tiempo, Sung-Hoon anunció que saldría un momento. Ruby aprovechó la oportunidad para entrar en la habitación de su hermana sin tocar. Al entrar, encontró a Andrea con el móvil en la mano. Al notar la presencia de su hermana, Andrea apartó la mirada de la pantalla y la miró con un aire de incertidumbre.—Ruby... —dijo, su voz un tanto vacilante.—¿Tienes un momento? —preguntó Ruby, cerrando la puerta detrás de ella.Andrea asintió, consciente de que la conversación no sería fácil.—Ruby, sé que me vas a regañar por haber huido, pero no tuve otra salida. Créeme, no podía quedarme en esa casa ni un minuto más.—No he dicho que lo que hiciste fue una mala decisión —respondió Ruby, intentando mantener la calma—. Lo que realmente me preocupa es que nuestra tía Constanza pueda tener una carta bajo la manga. ¿De verdad crees que se ha resignado a que te has ido de su vida? Ella planeaba venderte a un hombre, obtendría dinero a través de ti. Eso suena cruel, pero es la realidad. A
El lunes, cuando la jornada laboral apenas comenzaba, Adriel apareció en la oficina de Sung-Hoon como un visitante inoportuno. Sung-Hoon estaba sumergido en la revisión de un proyecto importante, justo antes de una reunión crucial que debía llevar a cabo.—Sung-Hoon, solo vengo para una visita rápida —anunció Adriel con un tono serio.—Dime, ¿en qué puedo ayudarte? —declaró Sung-Hoon, sin apartar la vista de su pantalla.—¿De verdad crees que esa es toda la verdad? La hermana de tu esposa y tu esposa te están ocultando algo más, y tú no te das cuenta.—Lo sé —replicó Sung-Hoon, su tono grave.—¿Lo sabes? —Adriel frunció el ceño, incrédulo.—Sé que oculta algo. Pero voy a permitir que ella misma me lo diga.—¿Significa que tú sabes qué es lo que te están ocultando?—No he dicho eso, Adriel. Y aprovecho para recordarte que pudiste haber estado en graves problemas al permitir que una menor de edad se quedara contigo. Podrías haber sido acusado de cualquier cosa. ¿Por qué no me habías con
Después de la llamada del hombre, Sung-Hoon se quedó en su oficina, bastante pensativo. Las palabras de su madre resonaban en su mente, haciendo que su jornada laboral se volviera pesada. No podía creer que ella todavía creyera que Leandro fuera capaz de ocupar incluso el puesto más bajo en la compañía. Su madre no tenía derecho a exigirle que hiciera algo así.Por eso, cuando la jornada laboral terminó, Sung-Hoon decidió salir a explorar algún lugar de la ciudad en lugar de marcharse directamente a casa. Necesitaba hacer algo diferente esa noche; no quería seguir sintiéndose asfixiado por sus pensamientos. La llamada de su madre y la naturaleza manipuladora de su hermano lo atormentaban.Sung-Hoon ingresó a un bar que no estaba demasiado lejos de su casa. Se sentó frente a la barra y levantó la mano para llamar la atención del joven que atendía. El muchacho se acercó de inmediato con amabilidad.—Por supuesto, señor. ¿Le gustaría algo más? —preguntó mientras comenzaba a servir.—No,
Andrea se levantó temprano, lista para prepararse y asistir a la preparatoria. Después de arreglarse, se dirigió al comedor para comenzar a tomar el desayuno. Al ver a su cuñado y a su hermana, saludó respetuosamente, como solía hacer antes de unirse a ellos en la mesa.—Buenos días, Andrea. ¿Has descansado bien? —preguntó Sung-Hoon, sonriendo.—Sí, cuñado. He dormido muy bien esta vez —respondió ella—. Sin embargo, sin querer ser imprudente, temo que usted no parece haber descansado bien. Se nota en su rostro.Ante las palabras de Andrea, su hermana la miró con reproche, como si considerara que aquel comentario era innecesario. Andrea se encogió de hombros, sin malicia. Sung-Hoon, en cambio, sonrió con amabilidad.—Oye, Andrea, tienes un buen ojo para darte cuenta de las cosas. En realidad, no pude dormir demasiado bien, pero es mi culpa —admitió él, tratando de restarle importancia al asunto.—Escuché anoche cuando algo se cayó, y cuando me asomé, vi que usted caminaba con dificulta
Andrea entró a sus clases y prestó atención, pero a diferencia de otros días, esa jornada su mente parecía estar en otro lugar. Mientras luchaba por tomar apuntes, un solo pensamiento ocupaba su cabeza: Adriel. Se preguntaba por qué justo ahora estaba pasando por esta situación.Durante el receso, mientras guardaba su merienda, una pequeña voz interior le decía que quizás debería llamarlo y preguntarle cómo estaba. Sin embargo, sabía que eso se sentía incorrecto.—¿Cómo te llamas? —le preguntó un joven que parecía nuevo, ya que nunca había visto su rostro antes. Quizás se lo había cruzado sin prestar atención, y por eso no le resultaba familiar.—Andrea, ese es mi nombre —respondió ella, un poco cautelosa.—Mi nombre es Julián. Es un gusto conocerte, Andrea. Tienes un nombre muy bonito. Creo que una vecina mía también se llamaba así —comentó el joven, ubicándose a su lado. Andrea se sintió un poco incómoda; parecía que Julián estaba intentando tener una conversación con ella, y apenas