Capítulo 61 Estoy embarazadaPatricia se aferró al brazo de su hija con más dramatismo que una actriz premiada.— ¡Tú no entiendes Eleonor! No sabes lo que yo siento Trata de ponerte en mi lugar ¡Ella no tiene ningún maldito derecho de estar aquí! ¡Lárgate ahora mismo abusadora! —rugió Patricia, con un tono que habría hecho temblar hasta a un general.Patricia, con frecuencia, hablaba en un tono elegante y refinado, pero ahora rugía como una leona herida.—Se equivoca, “señora Patricia”… yo, tengo mis derechos —replicó la otra haciendo un gesto de víctima, con voz dulce de esas que suenan a inocencia pero destilan veneno. Eso termino de enfurecer a Patricia y acabo con el mínimo de control que poseía, Eleonor la tuvo que agarrar por los brazos para sostenerla.— ¡Desgraciada! — le dijo Patricia, sacudiéndose de su hija como una gata furiosa —A ver, zorra maliciosa… ¡dame una razón, solo una, que te dé ese “derecho” que mencionas! —gritó Patricia, con el rostro encendido como una horni

Capítulo 63 DivorcioLuca se sentía como si le hubieran dado un golpe en el estómago. La conversación con Eleonor lo había dejado aturdido, y las palabras "ya no trabajo en Romano Couture" resonaban en su cabeza como un eco ensordecedor.¿Cómo era posible? ¿Qué había sucedido? Lo más preocupante, ¿por qué esa furia contenida, ese rechazo tan rotundo después de todo lo que paso entre ellos? Había algo más, lo sabía. Recordó el tono de sarcasmo en su voz cuando le agradeció la "preocupación", y la mención de su esposa y su hermano. Una pieza comenzó a encajar, dolorosamente. Carla.Luca apretó el volante de su coche con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos. La rabia, fría y calculadora, empezó a reemplazar la confusión. Si Carla había tenido algo que ver en esto, si se había atrevido a tocar a Eleonor, la haría pagar. Se prometió a sí mismo que no la dejaría salirse con la suya.Sin pensarlo dos veces, cambió de dirección. Se dirigió hacia la empresa Romano Couture. Una ve

Capítulo 65 En medio de una batalla legalEn la terraza del club, Carla seguía de pie, con el fuego de la ira ardiendo en su interior. Su rostro estaba tenso, los músculos de su mandíbula muy marcados. Decidió poner en práctica una idea que llevaba tiempo rondando su mente.Sacó su teléfono de la cartera, sus dedos temblaban ligeramente, pero su determinación era férrea. Desplazó la pantalla hasta encontrar el contacto que buscaba; "Lucia".Marcó el número.El tono de espera sonó por unos segundos. Carla ordenó sus ideas; esta conversación era muy importante.Finalmente, una débil voz respondió al otro lado de la línea.— ¿Lucia? ¿Es Lucia? Soy Carla, esposa de Luca.—Carla, ¿Todo bien? Ya era hora de que habláramos. He estado esperando que vinieras a verme.—se escuchó una voz de mujer con acento italiano.—Lucia, tengo un problema —soltó Carla, sin más preámbulos. No llamaba para hablar tonterías; tenía que ir directo al asunto que le preocupaba.— ¿Qué pasa? ¿Estás bien? —inquirió L

Capítulo 67 Obsesionada con élLuca, con los ojos aún un poco turbios por el alcohol y el sueño, la sostuvo cerca. Su agarre no era violento, pero sí firme.La contemplo un rato y volvió a besar. Mientras le acariciaba el cabello y el cuello, la besó con firmeza y pasión. Ese beso, que duró al menos un minuto, dejó a Eleonor ruborizada y con las rodillas temblorosas por el deseo. Se moría de ganas por tocarlo. Eleonor sospechaba que, si él la volvía a besar, no le iba a importar que él la poseyera allí mismo y todas sus resoluciones del día se irían a pique. En realidad, ya se lo estaba imaginando, y solo de pensarlo le daba vueltas la cabeza.De hecho, Eleonor, cerca de él, era más consciente de su cuerpo de lo normal. De sus pechos, de sus pezones, de su vientre. Anhelaba que se los acariciara, lamieran y besaran.Recordó lo que sintió cuando él la acariciaba y le besaba sus pies, cuando beso despacio todo su cuerpo para extender su placer, en las increíbles sensaciones que le pro

Capítulo 69 ManipulaciónEl silencio fue ensordecedor. La pregunta de Luca colgaba en el aire, cargada de una intimidad que Eleonor no estaba segura de poder manejar. Su mente, antes nublada por el deseo, ahora se aclaraba con la cruda realidad de su situación y la de su familia.Luca, percibiendo su recelo, continuó con voz suave. —No me respondas en este momento si no quieres. Ahora hablemos de algo más. ¿Sigues empeñada en hacerte cargo de la textilera?—Por supuesto. No hay nadie más —respondió Eleonor, volviendo a su postura defensiva, la vulnerabilidad de segundos antes reemplazada por una férrea determinación.—No dudo de tu capacidad —afirmó Luca, su tono firme y decidido—. Lo que quiero es que te dejes ayudar. Te ayudaré, lo quieras o no —le advirtió.Eleonor se levantó de la cama, así desnuda como estaba, y tomó una toalla de una de las gavetas del closet. Se envolvió en ella con un gesto brusco, como si la tela pudiera protegerla no solo del frío, sino de la intensidad de