El aullido de Emma se extendió por el bosque como un eco vibrante, recorriendo la tierra y el cielo. Era un llamado ancestral, uno que solo los lobos con la bendición de la Luna podían emitir. El silencio cayó sobre la manada. Incluso el viento pareció contener la respiración. Diego se acercó a ella, su mirada llena de intensidad. —¿Estás segura de lo que hiciste? Emma asintió. —La Luna nos guiará. No podemos enfrentar esto solos. Jack se giró hacia el bosque, su cuerpo tenso. —Si hay alguien que pueda escuchar… vendrán. Madelin, que había estado atendiendo a los heridos, se acercó con el rostro endurecido. —Emma, si esto no funciona, estaremos completamente solos. Emma apretó los puños. —Confío en que no lo estamos. El sonido de hojas crujiendo llamó su atención. Todos giraron sus cabezas al mismo tiempo. Y entonces, de entre la espesura, emergieron sombras. Aliados inesperadosPrimero, fueron unos pocos. Luego, docenas. Lobos de distintas manadas comenzaro
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