REINA DE HIELO. CAPÍTULO 91. Un cebo con corbataYo quiero más, él quiere más, el universo quiere más… pero todas las costuras de Viktor dicen que caerá en combate a la tercera repetición, así que tiene que contentarse con reír contra mi vientre y hacer bromas a costa de su pobre estado físico justo cuando parece que lo estoy personando.—Por favor, dime que mañana cuando despiertes estarás en modo mariposa feliz y no en modo mantis religiosa —me pide con un puchero.—¿Y cuál es la diferencia?—La mariposita revolotea con el mariposito de flor en flor, y la mantis le arranca la cabeza a su novio —responde.—Sí, pero la mantis, antes de arrancarle la cabeza, se lo folla —le recuerdo y lo veo suspirar con dramatismo.—¡¿Y yo por qué me quejo de la mantis entonces?! —dice como si hablara consigo mismo, pero lo cierto es que en este momento solo puede abrazarme y nada más.Él no sabe si lo perdono y yo no sé si lo perdono, solo estoy dejando que las cosas sigan su curso aunque definitivam

REINA DE HIELO. CAPÍTULO 93. AdrenalinaEste juego es increíble, supongo que mi familia me ha preparado para algo así toda mi vida, pero solo ahora, en medio de este caos, puedo entender por qué a las tías Ruby y Regina, y en especial a mi madre, les atrajo siempre la adrenalina.—Es una decisión bastante simple. O matas a Karin y te llevas ochocientos millones… —repito despacio, mirándolo con la ceja ligeramente levantada, como si estuviéramos en una subasta de locuras— o puedes quedarte con tus quinientos imaginarios y lidiar con Viktor, el FBI, mi madre, y el infierno al que vamos a mandarte. Tú decides.El silencio que sigue no es normal. No es de esos incómodos que ocurren en ascensores o cuando se olvidan de tu nombre. Este silencio está cargado de posibilidades... y de pólvora.Lars no dice nada. El arma sigue en su mano, pesada, cansada, sin dirección clara. El sudor le resbala por la sien, se lo limpia con el hombro casi sin darse cuenta, como un soldado improvisado que ya en

REINA DE HIELO. CAPÍTULO 95. Loco por ti.Lo primero que hago cuando llego a casa siempre es quitarme los zapatos. Pero ahora mismo no tengo, solo soy una princesita en los brazos de Viktor, que no sé cómo resiste pero resiste.—Porque soy un semental —asegura y yo frunzo el ceño.—¿Disculpa?—Por eso o me he desmayado ni me voy a desmayar. Al menos no hasta que termine esta noche como se debe —sentencia.¡Ayayay! ¡Esto se va a poner bueno!Viktor cierra la puerta con cuidado, como si le temiera al ruido, y se queda parado ahí, en el umbral, viéndome como si necesitara comprobar que realmente estoy bien.—¿Quieres té, vodka o una resonancia magnética? —le pregunto, dejándome caer en el sillón como si fuera una superviviente de guerra. Que, bueno, más o menos lo soy.Él me mira, medio sonriendo, medio roto. Tiene esa expresión que pone cuando intenta disimular que le duele hasta el alma, pero no quiere que yo me preocupe. ¡Qué iluso!—Lo único que me tranquiliza es que no estás sangran

CAPÍTULO EXTRA. REINA DE REYES. “Dolce Vita y Diamantes”REGINATengo tres reglas sagradas en mi nueva vida:Nunca mezcles vino caro con drama barato.Si vas a tener un esposo medio mafioso que parece salido de un catálogo de Calvin Klein, asegúrate de que sepa cocinar.Y por el amor de todos los tacones rojos que poseo… ¡escápate con él a Italia al menos una vez al año!Hoy cumplo esas tres reglas. Y es que Viggo —mi depredador silencioso favorito, melancólico, y con abdominales de mármol— me ha secuestrado oficialmente por nuestro aniversario de bodas.—¿Dónde vamos exactamente? —le pregunto mientras nos deslizamos en un auto de lujo alquilado, con un chofer que habla cuatro idiomas y ninguno es el mío.—A Venecia, primero. Luego a Verona. Y después... sorpresa —dice, sin apartar la mirada del paisaje toscano.—¿Eso incluye pasta, vino y pecado? —lo provoco.—Eso incluye hacerte reír hasta que se te olvide todo lo que no sea yo.—¿Solo reír? ¡Estamos sin los niños! —escandalizo y él

CAPITULO EXTRA. REINA DEL MAR. “Duelos y veleros"RUBYNo sé qué hora es. Solo sé que es noche cerrada, que alguien me está sacando de la cama envuelta en una manta y que ese alguien huele como mi esposo. A sándalo, acero y pura testarudez.—Kenshi... —gruño medio dormida—. ¿Qué haces? ¿Secuestro conyugal?—Shhh... confía en mí —susurra, como si eso no fuera lo más sospechoso del mundo viniendo de un ex capitán mercenario mitad magnate y mitad japonés.—¿Que confíe en ti? ¿Así sin contexto y descalza? —lo provoco mientras me acurruco más contra él para que me dé calorcito.—Te puse calcetines. Y el contexto es: aventura —susurra en mi oído con tono coqueto.Ajá. Con este hombre nunca se sabe si va a sorprenderte con un desayuno en París o con una cacería de cargueros en el Pacífico. Pero no protesto. Me dejo guiar, más por curiosidad que por obediencia, porque seamos honestos: yo, obediente, no soy.Cuando por fin llegamos a nuestro destino, el aire salado del mar me despeina. Y ahí e