~Acto IV-Las palabras que no puede decir (El Aullido parte 2)~ Sus ojos son ámbar, intensos, más mortíferos que la plata. Una gran gota de agua cae sobre la punta de mi nariz, no es hasta que esta gota se convierte en un gran torrente que descubro, está lloviendo a cántaros.Hubiera preferido que me golpeara.‘Felicidades, Ery. Lograste lo que querías, ya no te llamará su amigo’Preferiría mil veces más que me llame su amigo.‘Nuevamente has dejado que los celos y tu desconfianza le hagan daño a mi madre’—Cuántas veces debo decirte que no es tu… Olvídalo.Frente a mí está la lápida de mi madre, ni siquiera me fijé en que acabo de discutir y hacer llorar a mi pareja justo enfrente de ella. No sé si es por la lluvia o el peso de mis propias palabras, pero creo verla ahí sentada, la mujer que parece sonreir en la única imagen que le he visto me niega con la cabeza como si fuera un regaño.Limpio mi labio, la sangre ya se ha secado, seguramente la herida también ya se ha cerrado. Aún así
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