Una vez más, Bethany se despertaba en una ínsipda y fría cama de hospital, pero esta vez no era en Florencia, y tampoco se llamaba Bethany, sino Anne. En cuanto arribó a tierras norteamericanas sintió un inmenso alivio, por fin dejaría de pelear por su vida. Fue trasladada a un hospital que ofrecía servicios exclusivos a agentes de la ley, veteranos y sus familiares. La sometieron a diferentes pruebas, desde sanguíneas hasta un estudio psicológico. Finalmente estaba sola, tumbada sobre su espalda mirando a través de la ventana una luna que estaba a un par de noches en llenarse, era igual de bonita que en Italia. Pensaba en Brahim, si había llegado a tiempo a un hospital o se habría muerto en el helicóptero. Y pensaba también en Ciro, en esa última promesa que le había hecho. No quería obsesionarse, pero era casi imposible. Si algo había aprendido de Ciro Tona
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