Fernando arrugó el ceño, y la observó con seriedad.    —No diga eso —expresó—, no es bueno guardar tanto resentimiento y dolor en el alma —recomendó.    —¿Para qué? —inquirió Kate y se puso de pie. —¿Cambia en algo las cosas? —indagó observando a Fernando—, no de nada sirve andar quejándose por la vida, la soledad me ayudó para aprender a ser fuerte —expresó la chica.   Fernando no intentó hacerla cambiar de opinión, no podía, cuando él también guardaba secretos.    —¿Cómo murió su madre?   Kate inclinó su cabeza, y luego tomó asiento en uno de los sillones.    —Una noche mi papá llegó como un energúmeno, empezó a lanzar cosas, escuché gritos —relató mientras se aclaraba la garganta—, abrí despacio la puerta de mi habitación, y... observé como en el pasillo, golpeaba a mi madre sin piedad —declaró sollozando, se llevó las manos al pecho in
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