CAPÍTULO 8

Emilia había despertado bien, tal como se lo había dicho a Alejandro, pero, al parecer, todo había sido a causa de que seguía medio dormida aún, pues, con el paso del tiempo, su ánimo decayó, junto a su poca energía.

Cuando la joven castaña dejó su cama y se encaminó afuera de la habitación, sintió a la soledad susurrarle montón de cosas tristes y dolorosas, entonces, ignorando su vacío estómago, se aprontó a la habitación de su tía que le inundó los ojos en ardientes lágrimas al verla vacía.

Esa vista de una cama vacía le recordaba su dura realidad, una que, al abrir los ojos por primera vez ese día, se planteó de nuevo que todo hubiera sido solo parte de un horrible sueño; pero no era así.

Sin poder evitarlo, la chica se adentró a la habitación de la mujer, de la que se había tenido que despedir el día anterior, y la recorrió con calma, observando cada detalle hasta que, justo al lado de una cama donde no había dormido Cenaida, y en la que no dormiría de nuevo jamás, perdió las fuer
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