Huir y ser encontrado

Paula

Mi vida ha sido un total tormento desde que el padre de mi hijo llegó, de alguna forma Lucían supo quién era ese hombre con solo verlo una vez, incluso mi madre se dio cuenta en cuanto lo conoció. Dice que es la viva estampa de su nieto —seria al revés, pero que importa—, que es imposible no verlo, asegura que nada más la boba de Alana no lo nota. Yo no creo que sea eso, más bien es que sospecho de que mi amiga algo no me ha dicho y por eso no cree que es el padre.

El hecho es que igual no voy a darle la posibilidad de que descubra que está equivocada. Ya he renunciado a mi trabajo y le he dicho a mi madre que voy a desaparecer. Ella no está de acuerdo, dice que mi vida peligra con Andrés suelto, pero con más razón debo irme lejos, donde ni él ni Zack puedan encontrarnos.

Así que cuando al niño le dan el alta, salgo directo al aeropuerto dejándole un mensaje a Ali de que espero que sea feliz, que me perdone y se olvide de mí. Luego de eso conocí el verdadero infierno, mi hijo no dejo de dar berrinches para volver, quería ver a su padre, a lo que tuve que poner empeño y convencerlo de que estaba en un error, que ese no era su padre. Que era el futuro esposo de tía Alana y con eso lo logré convencer, de alguna forma entendió que sería un problema si Zack fuera su papá. Me dolió mentirle, porque sé cuánto necesita un padre en su vida por más que me esfuerce, pero no puedo destruir a mi amiga. Aun cuando sé que solo estoy alargando el tiempo en que explote la bomba, pero también lo hago para poder olvidarlo, porque aún lo recuerdo a mi lado. Y ese simple pensamiento me hace sentir sucia, lo peor.

Y como si no bastara, Alana no deja de perseguir a mi madre, pidiéndole saber dónde estoy, no obstante, la realidad es que ni ella sabe dónde vivo ahora. En fin, que poco a poco he comenzado a adaptarme a este nuevo país, en donde por suerte logré conseguir trabajo. Además de que he logrado seguir estudiando en las noches, un semestre más y termino mi carrera de comunicación.

Cuando Lucían cumple sus cinco años yo logré graduarme, por suerte ya trabajaba en esto en la empresa que me abrió las puertas. Barracuda es un gigante internacional relacionado con alimentos, me encanta trabajar aquí, es un lugar muy dinámico y esto es solo una sucursal. La principal está en mi país de origen y es la más grande de todas, claro está.

Estoy como siempre de a lleno en las redes sociales haciendo las promociones y conectándome con usuarios para responder sus dudas. Cuando recibo una llamada a mi número personal.

—Buenos tardes, señorita Elías, quisiéramos informarle que Lucían Elías ha desaparecido de la escuela.

—¡¿Qué?!

—Fue castigado por una pelea y las cámaras de la salida lo muestran cuando sale.

—¡Explíqueme como dejan a un niño de nada más cinco años salir! ¡¿Es que no saben hacer su trabajo?!

—Lo sentimos mucho, pero nunca esperamos que se fuese a escapar. No sabemos cómo logro pasar al guardia de seguridad y brincar la reja.

Pongo mi mano en la frente, desde que nos mudamos y comenzó el colegio ha sido una locura. Vive enredado a golpes con otros niños por no tener filtro para hablar, Lucían simplemente dice lo que piensa sin medir consecuencias. A veces creo que lo hace adrede, como una forma de revelarse.

—¿Hace cuánto de esto?

—Dos horas.

—¡¿Y ahora es que me llama?!

—Perdone, estábamos tratando de ver si se había escapado y solo nos dimos cuenta una hora después de que se marchó.

Apreté el puente de mi nariz, era claro que mi hijo era un problema para ellos, así que lo ignoraban. Es evidente que aquí no nada más está en culpa mi pequeño, sino que también los adultos.

—Espero que nada le pase o pienso demandarlos, es su horario, su responsabilidad.

Con eso cuelgo y tomo mi bolso temblando, estoy asustada porque no tengo ni la menor idea de por dónde empezar a buscar a mi hijo. Respiro para tratar de calmarme y con los ojos aguados salgo en busca de mi sol. Voy de camino al elevador sin ni siquiera notificar a mi superior, no tengo cabeza para eso, debo encontrarlo. De repente el ascensor se abre y mi hijo está parado ahí, el aire volvió a mí de un solo golpe y me hizo caer de rodillas.

—¡Lucían!

Mi hijo corre hasta mí y lo abrazo con fuerza mientras lloro, beso su rostro de forma desesperada, mi Dios, tiemblo de tanto miedo que he tenido.

—Lo siento mami, no volveré a hacerlo.

—¿Por qué hiciste algo así? ¿Quieres que muera de un infarto?

—No mamita, perdona… es que me castigaron sin haber hecho nada.

Pone su bello puchero y con eso me derrite, pero no, no puedo dejarlo pasar. Así que mantengo mi tono duro.

—Como sea, tú tienes mi número, nada más debías hacer que me llamaran o esperar a que yo llegara a recogerte, nunca hagas eso de nuevo Lucían Elías.

Bajo su cabecita y se apretó a mí con fuerza, respire con tranquilidad, la vida volvió a mi alma.

—¿Cómo me encontraste?

—Papá Lucas me ayudo, él me encontró.

Se separa de mí y lo veo ir a tomar la mano de alguien, me incorporo sin entender bien que quiso decir mi hijo con esa palabra, él no sabe quién es su padre y además no se llama así. Cuando mis ojos se cruzan con el tal señor me paralizo, ¿Lucas? Ese era Zack, no hay duda y en ese momento las palabras no me salen.

—Ya le expliqué a Lucían que Zack, es mi hermano gemelo, por eso el parecido. Hola, Paula, soy Lucas Barracuda, el padre de nuestro hijo.

Mis manos vuelan a mi rostro, ¿qué demonios? “No entendí nada, como es posible todo este absurdo, acaso está jugándome una broma”.

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