Lazos
Lazos
Por: Eli_Diaz
Sola

No cabe duda de que soy una tonta ¡Bien hecho Dalia! Lo hiciste enojar de nuevo, otra vez estas llorando en el suelo como una niña indefensa, otra vez te ha pegado… ¿Por qué siquiera permito esto? ¡Di algo! ¡Haz algo! Oh no… está hablando, no sé qué decir, tengo miedo incluso de mirarlo, si lo hago sé que las cosas serán peores para mi… ya no quiero seguir así.

—     ¿¡Por qué no puedes hacer nada bien?!— Su voz retumba de tal manera en mi cabeza, que es incluso como otro golpe.

—     ¡Perdóname, Louis! — Era lo único que respondía entre sollozos— Juro que no pasara de nuevo, ¡lo juro! — suplicaba.

Nada de lo que dije fue escuchado, Louis me tomo con tal fuerza que quede estampada en la pared de la cocina, luego de eso sujeto mis cabellos para forzarme a mirarlo, no había nada que yo temiera más que mirarlo, anteriormente eso incluso había sido suficiente para hacerlo estrellar su mano contra mi rostro, con todo esto sucediendo, en mi cabeza pasaba la misma pregunta “¿Cómo paso esto?” ciertamente no podría dar una respuesta del todo certera, porque no soy consciente de que fue lo que motivo a que él se volviera de la manea en la que es ahora.

Fue hace cinco años que nos mudamos a Los Ángeles, deje mi familia atrás, abandone mis propios sueños y aspiraciones para convertir a los suyos como los míos, todo lo hice porque lo amaba y porque el juraba que íbamos a triunfar en esta ciudad, él siempre soñó con ser todo un rockstar, llegamos aquí con la ilusión de que el seria descubierto y después una vida cómoda nos llegaría para hacernos felices; nada de eso paso, lo único que nos llego fue un duro golpe de realidad mezclado con la incertidumbre de no saber cómo pagaríamos la comida al dia siguiente.

Él trabajaba en un restaurante, no era mucho lo que recibía, pero nos alcanzaba para vivir junto con mi sueldo de vendedora, incluso con todo esto, manteníamos nuestras esperanzas asi como nuestro amor que era lo que más nos ayudaba a ablandar el momento. Todo cambio después de un año, pronto, Louis se volvió más dependiente del alcohol para poder soportar los duros turnos que le tocaban, a la par nuestras peleas se hacían más constantes debido a su pésimo comportamiento, fue en una noche de diciembre cuando me golpeo por primera vez, aquella vez me pidió disculpas…pero los golpes e insultos se tornaron en algo rutinario para nosotros. 

—     ¡¿No vas a contestar nada, estúpida?! — Seguía sujetándome con rudeza— ¡Habla de una jodida vez!

—     Ya no sé qué decir— Respondí llorando más — No importa lo que te diga, igualmente me vas a golpear— Observe entonces sus ojos, tan obscuros como su corazón, mis lagrimas terminaron por mezclarse con la sangre que salía de mi boca.

— Me tienes harto, eres una m*****a inútil — fue lo último que dijo antes de soltarme y dejarme caer al suelo.

Y termine ahí, donde solía acabar todas mis noches, en el suelo de la cocina llorando mientras mis ojos se quedaban clavados en el suelo, perdida en los tontos recuerdos de una pareja de adolescentes que se juraba amor eterno. El escuchar la puerta principal azotarse, lo que anunciaba su escapada, fue lo que me hizo salir de todos mis pensamientos, me puse en pie y antes de siquiera pensar en limpiar mi rostro, me dispuse a levantar todo lo que se había tirado en la cocina, mientras lo hacía me repetía:

—     Si, eres una inútil, Dalia— Arremetía contra mí misma— No puedes hacer nada bien, un día de estos va a matarme.

No iba a negar que el pensamiento de que pudiera matarme un día, simplemente me aterraba, pero también debía aceptar el hecho de que yo no tenía a donde ir, hace mucho había dejado de trabajar y no tenía muchos contactos en la ciudad excepto Nero, que era el único amigo que aun tenia entre comillas, puesto que Louis no me dejaba hablar con él.

Suspire derrotada por millonésima vez en ese dia, recogí cada una de las cosas que estaban rotas en el piso hasta que me hinque a levantar los trozos de un vaso roto, alcance uno de los trozos más grandes que llegue a mirar con detenimiento, las ideas de acabar conmigo misma algunas veces rondaban mi cabeza, pero lo admitiré, soy demasiado cobarde para siquiera pensar en hacerlo, a veces quisiera ser un poco más fuerte al respecto y decir no, tomar mis cosas e irme, pero soy demasiado cobarde para realizarlo.

Horas más tarde, luego de dejar todo medianamente limpio en la cocina, de haber tomado un baño e incluso limpiar cada una de mis heridas, me dispuse a dormir, rogaba al cielo que Louis no llegara por la madrugada, sabía perfectamente que cuando salía así, se refugiaba en otras mujeres, pero no iba a hacer un problema de ello, la única que acabaría muy mal con esa pelea iba a ser yo.

Cerca de las cuatro de la mañana, me despertó el sonido de la puerta de la habitación abrirse, levanté la mirada para ver el tambaleante cuerpo de mi pareja encaminarse a la cama, maldije para mis adentros, tenía miedo de que se le ocurriera algo porque se veía claramente ebrio, me hice la dormida lo más rápido que pude, su aroma a licor incluso llegaba a marearme a mí.

—     Dalia —Me llamo

Empezó por morder mi hombro, de inmediato adiviné a donde se dirigía todo esto, si había algo que odiara más que los golpes, era que me forzara a “corresponder” como él lo llamaba, me retiraba, pero me atraía de nuevo, hasta que metí las manos por primera vez, esa noche no quería soportarlo más.

—     No quiero, Louis, no quiero — repetía entre el forcejeo

—     ¡Para eso eres mi mujer! — grito con una gran molestia

Nuevamente su mano terminaba en mi mejilla, podía hacerlo hasta que dejara de moverme y simplemente aceptara lo que él quería, me tapaba la boca porque lo enfurecía más que yo me quejara, me sentía tan denigrada, tan tonta… llore toda lo que quedo de la noche cuando finalmente me dejo en paz… como desee morir esa noche.

La semana que transcurrió fue la última en la que estuvimos juntos, nuestra rutina era la misma, golpearme por cualquier cosa o insultarme como de costumbre, por las noches llegar ebrio y forzarme a realizar los deberes que como su mujer debía hacer.

Se que se preguntaran porque sigo soportando todo esto, podrán llamarme idiota ya que yo misma lo he hecho, pero, lo amo, idiotamente lo amo y suelo aferrarme a una vana esperanza de que todavía queda algo del Louis del que me enamore, de ese chico que me convenció de mudarme a Los Ángeles con él, que sonreía cada vez que me veía en el colegio, tenemos ocho años juntos como pareja, aunque claro eso no sirve para nada como una excusa , se lo tonta que soy en esta situación, pero de verdad, no sé qué debería hacer con exactitud.

Hoy es sábado, estamos cerca de celebrar un aniversario más, he tenido los ánimos suficientes de salir de casa para poder ir al mercado y comprar lo suficiente para hacer su comida favorita, en el camino a casa pasé por la costa, me senté a admirar las olas del mar, había algo en ese movimiento que me relajaba tanto que no me daba cuenta incluso del tiempo que pasaba, cerré los ojos un momento, hasta que el golpe de realidad me saco de todos mis pensamientos y tuve que ponerme de pie para llegar a casa, si no lo hacía pronto las cosas podrían ponerse mal para mí.

Al ingresar a mi hogar, note algo muy raro, el seguro no estaba puesto, era raro, todavía no era la hora usual de llegada de Louis, me encamine en silencio a la cocina, él no estaba ahí, después unos sonidos llamaron toda mi atención; deje las bolsas en la mesa y mis pasos me llevaron hasta la habitación, ahí vi lo impensable —aunque no tan impensable— Louis estaba en la cama con otra mujer, mi boca se abrió en un total gesto de sorpresa.

       —Louis…

No tuve tiempo de decir algo más, él se había puesto en pie tan solo para tomarme de los cabellos llevándome hasta la puerta, yo aún estaba en shock por ello no lograba responder nada en lo absoluto, no me decía nada, tampoco era muy necesario que digamos.

—     ¡Es mi casa también! — grite sacando valor de quien sabe donde

—     No más, estoy cansado de ti y de tu mierda— me lanzo hacia la puerta— Lárgate y no vuelvas mas

Tal vez fue el dolor del momento, el haber tocado fondo, una obra de Dios, no lo sé, pero por primera vez en tantos años me atreví a darle una cachetada, joder, en cuanto lo hice supe que era el maldito fin de todo, casi pude ver mi vida pasar frente a mis ojos, en el momento exacto que esos ojos obscuros se posaron en los míos, se paseó sus cabellos largos y negros hacia atrás solo para reírse.

—     No debiste hacer eso

Ya sabía que no, pero estaba furiosa, molesta y asqueada conmigo misma, me defendí como pude de los golpes que siguieron después, aunque no gane, obvio, en el siguiente movimiento yo ya estaba fuera del departamento, con sangre saliendo de mi labio y un par de rasguños en mi rostro, nada de eso me dolía, para nada.

Sali del edificio con la mirada perdida, pase de la adrenalina a la depresión en un segundo, mis pies solitos se comenzaron a mover, no sabía dónde me estaban llevando, pero tenía que alejarme de ahí, tampoco me importo cuando la gente se me quedaba viendo, seguro pensaban que era una loca caminando con la mirada perdida y el rostro golpeado, aunque debo admitir que tampoco es muy raro de ver en Los Ángeles. Cuando me di cuenta estaba afuera del edificio de la única persona que podía ayudarme en ese momento: Nero.

Toqué el timbre y al oír su voz salir de la caja metálica, solo pude responderle que era yo.

—     Soy yo, Dalia… lamento mucho tener que molestarte, pero necesito tu ayuda

—     Bajo de inmediato

Y lo hizo, pude verlo salir corriendo del elevador, cuando me vio a través de la puerta, se aterro pude verlo en su mirada, Nero era alguien muy transparente en sus expresiones, me dio vergüenza que sus ojos me vieran así, pero lo olvide cuando la puerta no se interpuso más, me lance en sus brazos comenzando a llorar como una niña pequeña, me quebré.

—     Vamos arriba, por todos los cielos, Dalia ¿Qué paso?

—     Se aburrió de mí, finalmente terminé por hartarlo — respondí con dolor en mi voz.

—     ¿Él te hizo esto?

No quería responder a eso, aunque era más que obvio, incluso Nero se dio cuenta de ello, nunca lo vi tan molesto, sus facciones se hacían muy notaras cuando se enojaba de verdad, en el colegio pocas veces lo vi así.

—     Vamos, limpiare tus heridas

—     No es necesario, Nero, no te preocupes

—     ¿Qué no lo haga? Tengo ganas de ir a matar a ese bastardo, ¿desde cuándo hace esto? — pregunto.

—     Casi cinco años — respondí sin tapujos— empezó un año después de mudarnos aquí

—     ¡¿cinco años?! —Exclamo furioso— ¿Por qué nunca me dijiste nada?

—     Podría darte muchas respuestas para eso, pero ninguna de ellas tendría sentido alguno, en un principio porque pensé que iba a cambiar, algunas veces lo juro cuando llegaba con las rosas de redención.

—     Dalia…

—     No es fácil para mi tener que decirte todo esto, porque me hace sentir como una vil estúpida — y con esas palabras llegaban de nuevo mis lagrimas— Me echo del departamento, estaba con otra mujer en la cama, le di una cachetada — dije riéndome de mi misma— Y por eso acabe así, ¡En nuestro maldito aniversario! ¡Y yo iba a hacerle toda una cena!

Explote, ahí mismo, estaba sacando toda la frustración que se habían quedado encerradas por cinco años, lloraba a la vez que decía todo lo que nunca dije, todo lo que me estaba carcomiendo por dentro, el pobre Nero solo me escuchaba en silencio, supongo que quería que tuviera esa catarsis

—     Abandone mis malditos sueños, abandone a mi familia, deje todo atrás para estar con él, ¡apoye sus malditos sueños! ¡¿Que había de los míos?! Yo era la que tenía el verdadero talento… y me calle para hacerlo feliz — tape mi rostro en medio de ese lastimoso llanto— ¡Vendí mi piano para pagar las cuentas! — grite con dolor— apague mi voz para que solo pudieran escucharlo cantar a él… ¿Y que obtuve?

—     Nada — hablo finalmente Nero— Cuando se fueron del pueblo, todos pensábamos que eras tu quien iba a triunfar, aunque ibas a tener que enfrentarte al enorme ego de Louis y perdiste.

—     Tampoco peleé mucho— admití derrotada— porque lo amaba…

—     Hay personas que no merecen ser amadas, eso — señalo mi rostro— eso no es amor.

Nero se puso en pie para ir a su baño, yo me quede en silencio, todas sus palabras estaban cargadas de verdad, me deje caer en el sofá sintiéndome tan derrotada y cansada que cerré los ojos, al abrirlos de nuevo, Nero estaba sentado frente a mí, tenía una tristeza reflejada en los ojos que me partido el corazón, tal vez no había sido consciente hasta ese momento del daño que le hacía a la única persona que estaba cerca de mí.

A diferencia de Louis, Nero era alguien más amable, siempre destaco por eso, además de que es atractivo, su piel es muy pálida a pesar de que vivimos en un lugar caluroso, sus ojos son color miel y su cabello es castaño claro, cuando éramos joven le gustaba usar el cabello largo, ahora lo recorto un poco, pero sigue estando igual de desordenado, tiene una nariz refinada, labios no tan gruesos y unos ojos que lucen soñolientos la mayor parte del tiempo, no es musculoso, es perezoso para hacer ejercicio, en el colegio jugo basquetbol un año solo porque era alto, después de eso solía estar la mayor parte del tiempo durmiendo en el salón de música, pero en conjunto es un hombre muy atractivo. Louis, al contrario, siempre fue un hombre vanidoso, con toda la apariencia de rockstar, el pelo largo y negro, labios gruesos que tiene adornados con unos piercings, sus ojos no son tan grandes, pero son obscuros, tiene algunos tatuajes y procuraba hacer ejercicio para mantenerse en forma, solo es unos centímetros más bajo que Nero, eso lo acomplejo horriblemente. Los tres nos conocimos en el salón de música, Nero tocaba el violín, yo el piano, aunque me gustaba más cantar y Louis era un talentoso guitarrista, yo siempre estaba en medio de ellos, me llamaban “llaverito” porque soy bajita, tengo cabello largo, ondulado hasta la cadera de color castaño, mis ojos son grises, tengo labios medianamente gruesos, mi nariz es refinada y en general, siempre pensé que era bonita, no tengo cuerpo de modelo, pero tampoco estoy tan mal. En fin, formamos una pequeña banda, al inicio era yo quien cantaba, pero Louis termino por decir que yo no alcanzaba las notas que eran necesarias, asi que tomo mi puesto, no digo que él cantara mal, pero tampoco era muy bueno, sin embargo, acepte sin mayor problema porque estaba perdidamente enamorada de él y en cuestión de meses yo ya paseaba tomando su mano, era inmensamente feliz…era…

—     ¿Qué harás ahora? — me pregunto Nero.

—     No lo sé, no tengo familiares aquí, pensaba ir a un refugio hasta encontrar trabajo.

—     No tienes que hacerlo, te quedaras aquí conmigo y no está a discusión.

No iba a negarme tampoco, sabía perfectamente que aquí estaba segura. Nero me curo el rostro mientras me platicaba de su rutina, me dijo que me dejaría sola por las mañanas y que no tenía que buscar un empleo tan pronto, que era mejor recuperarme primero, al menos físicamente, también dijo que usaría su habitación, que el dormiría en el sofá, me negué ante ellos, pero al parecer no había nada negociable en sus palabras, después de limpiarme las heridas, hizo una cena para los dos, ni siquiera eso me dejo hacer. Cenamos en silencio, después de la comida, nos fuimos a dormir.

Por la mañana, la luz que se colaba tras la ventana me hizo abrir los ojos, más fue la música proveniente de un violín lo que de verdad me despertó, Sali de la cama en silencio, esa noche use una camisa de Nero como pijama, me conduje a la puerta con el mayor silencio que pude, abrí muy poco esta y pude verlo parado en medio de la pequeña sala de estar tocando, el hombre solo tenía el pantalón de la pijama puesto, aun tocaba con los ojos cerrados, sonreí por eso, hacia tanto que no lo veía interpretar una melodía, reconocí de inmediato la música, era proveniente de una canción que escribí años atrás, para ser más exactos mi primera canción, ¿Cómo es que la recordaba? Ni siquiera yo lo hacía, hasta ese momento, otra vez el corazón se me estrujo ¿me perdí de tanto? Sali de esos pensamientos cuando termino de tocar, Dios mío… que mirada tan triste tiene ¿Por qué? ¿Es por mi culpa? Estaba tan absorta en esos pensamientos que no me di cuenta de que había abierto de más la puerta hasta que lo escuché hablar.

—     Oh perdóname, ¿te desperté? — me puse roja por lo poco discreta que fui.

—     N…no, no— dije apenada— lamento haberte interrumpido

—     Ya había terminado, no te preocupes, el desayuno está listo— señalo hacia la mesa

—     Nero, estaba pensando… quisiera, no se…salir a beber hoy

—     ¿Estás segura?

—     Si, hace años no salgo a ningún lugar, creo que podría ayudarme, además llevo unos días aquí— le dije—, mis heridas ya no se ven, por favor.

—     Bien, aprovechemos hoy que es fin de semana

Sonrió y lo imite, por alguna razón el hoyuelo que se forma en la mejilla izquierda siempre me tranquiliza, incluso me hace sonreír por igual.

Por la noche, me vestí de manera muy casual, tenía prácticamente nada de ropa, más la que me consiguió Nero. Salimos hacia un bar medianamente conocido, no negaría que tenía algo de miedo, quería salir, sí, pero tenía miedo de toparme con él, porque me conozco, me lanzaría a sus brazos de nuevo como una vil ciega.

—     No pienses en él — dijo Nero, tenía esa mirada triste de nuevo— Por hoy solo mírame a mi

Escuchaba las palabras, afirme con la cabeza, quería olvidarme por lo menos un rato de ese hombre que solo me hacía daño, pero quien diría que esa misma noche no solo cumpliría mi pequeño deseo de olvidar, si no que terminaría en brazos de otro, columpiando mi propio destino en sus manos, creando lazos que odiaría en un inicio, lazos, que intentaría romper.

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