5. COSAS QUE SOLO ESTÁN EN MI MENTE.

ANA.

Cada beso y cada caricia que Martín me acaba de dar en ese baño, arde y duele. También me recordó lo mucho que lo amo y lo infinitamente tatuado que lo tengo dentro de mi alma. Puedo parecer la más masoquista de todo el mundo, porque pude detenerlo cuando yo quisiera, pero no quería. Lo quería conmigo. Una última vez.

Salir del baño y encontrarme con la mirada escrutadora de Julián, fue un golpe duro que me aterrizó en la realidad que ahora vivo, de nada vale haber llorado noches enteras, de nada vale haber huido como una criminal y haberme escondido.

Ya no soy de Martín, porque además él nunca fue mío. 

—¿Todo bien?. Te demoraste en el baño. —Intento mirarlo fijo, pero mis ojos se llenan de vergüenza.

—Si, todo bien.

—Aun te afecta. —Su voz es un poco inquisidora. 

—No. —Respondo casi asustada.

— No te estaba preguntando. —Me doy cuenta que resopló con fastidio. —Acordamos no mentirnos Ana. 

—No me afecta Julián, lo sigo amando. Son cosas diferentes.

—Eres un caso perdido. Deberían hablar. ¿No te cansas de inventarte excusas?. —Ahora me mira casi con desprecio. —Pensé que eras más inteligente que eso. 

—Callate. —Me fastidia que siempre tenga razón. 

Siento como mi vida pasada llega a mi cabeza, siento como regreso poco a poco, justo al día en el que todo empezó con Martín y se que me sigo muriendo de amor por él. 

FLASHBACK.

Hago todo cuanto está a mi alcance para alargar mi alta, porque quiero verlo antes de irme, quiero que me invite a salir, tengo ganas de mirar esos ojos una vez más.

Se que parezco una adolescente, pero le prometí a Martín que iba a esperar a que volviera, aunque no esperaba que se fuese a demorar tanto. 

Nunca lo había conocido, pero sabía según su hermano Cristobal, que en ese entonces era el monitor de una materia que yo veía en la universidad, que era un excelente medico. 

A mi ansiedad se le suma una presencia nada esperada, cuando a mi habitación entra mi niñera de toda la vida, María, ella es la persona que me ha cuidado siempre, ha estado pendiente de mi toda la vida y me cuida más que a nada, se que si ella está aquí es porque mi papá se enteró y la envió a que me cuidara. 

—Mi niña, ¿Cómo te sientes?. —Me acaricia la mejilla, como cada día, desde que la conozco. 

—Muy bien María. ¿Y tú?. —La abrazo, porque la extrañaba. 

—Un poco preocupada, lo que te paso…

—No fue nada. —Le explicó con voz cansada. 

—Sabes mi niña, tu papá está bastante molesto. —Eso ya lo sabía, pero no tiene sentido que se lo explique a María.

Intentó alegar un nuevo dolor de cabeza, pero no funcionó y Martín no llegó. No me gusta romper las promesas, pero no puedo seguir varada aquí en el hospital sólo porque sí. Además de que soy perfectamente consciente de lo ridicula que me veo. 

Voy saliendo y justo cuando llego a la puerta de salida, escucho mi nombre salir de sus labios y mi corazón vibra a mil por hora. 

—¡¡¡Ana!!! ¡¡¡Ana!!!. ¿Tienes novio?. —El grito que escucho es de extremo a extremo del pasillo.

—¡¡¡Si, es un médico loco que me grita en frente de todo su personal!!!. —Veo su cara de decepción, pero espero de verdad que entienda el mensaje.

Le pido a María que me saque del lugar y nos encaminamos a mi apartamento. 

Está en un sector bastante exclusivo de la ciudad, no es precisamente sencillo, en realidad es un apartamento de lujo, con muchas habitaciones, por supuesto que sólo está ocupada una, la mía pues las demás son para huéspedes, una oficina particular, una biblioteca y una que convertí en salón de baile.  

La cocina es lo suficientemente amplia y tiene toda clase de electrodomésticos modernos para todo tipo de preparaciones, el problema de la cocina de mi apartamento es que en realidad yo no cocino absolutamente nada, lo he intentado pero no me gusta. Me alimento de comida pedida en domicilio y de la comida que mi padre obliga a María que preparare para mi, la mayor parte del tiempo la rechazó, porque no me parece justo que ella pase tiempo extra preparando comida que no voy a comer, así que como ya sabe la respuesta se la lleva a su casa.

El punto es que tuve que aceptar este apartamento para poder vivir sola y tener un trabajo de manera independiente, fue la única condición que puso mi padre para dejarme en paz y es que en realidad se estaba volviendo un dolor de cabeza el poder librarme de él, así que no dude en aceptar cuando él puso semejante condición tan sencilla. Sabía que me estaba siguiendo y rastreando, así que los primeros meses, así que decidí hacer tantas fiestas y pasar las noches con diferentes hombres, con tal de que quitara de mi apartamento las cámaras con las que me observaba a diario, se volvió una guerra de casi nunca acabar. Pero pasó, un día pasó. Aunque la realidad es que él no sabe que “los hombres” con los que pasaba la noche, eran solo amigos y la mayoría Homosexuales. 

—¿Así que intentas acostarte con toda la ciudad?. —La voz recriminatoria de mi padre, me hace divertir. 

—No padre, solo intento que entiendas que debes dejarme en paz, no soy una princesa frágil, soy más bien una reina poderosa, pero tu no eres capaz de aceptarlo. 

—Ya el lugar está libre de cámaras, no es necesario que sigas jugando a…

—A ser una mujer adulta, tienes que aceptarlo.

—Adiós Ana.

—Adiós papá.

En fin, los días pasaron y Martín nunca llamó. La empresa muy a mi favor no estaba de vuelta loca, pues algo había pasado con Katerina y Cristóbal en su viaje, el propósito de él no se había cumplido y me temía que llegara hecho una furia. Yo ya estaba hecha una furia, por alguna extraña razón me sentía muy frustrada porque pensé que me iba a buscar. 

Salgo de mi apartamento vestida correctamente, me encanta la moda y me encanta vestirme bien. Así que eso hago, procuro estar siempre impecable. 

Una vez abajo en el lobby de mi edificio, espero que llegue mi taxi, no me odien vivo cerca, pero no camino, no me gusta y tampoco conduzco pues tampoco me gusta, soy práctica y doy empleo al tomar un taxi. 

Abro la gran puerta del edificio, pues en la app me informan que ya el taxi ya espera por mi. 

Llegó a las oficinas y el personal me recibió entre aplausos y agradecimiento, la verdad es que no me gusta para nada este tipo de reconocimiento, pero me hace feliz saber que todos en la empresa están bien.

Subo a mi oficina y mi asistente Matilde, me saluda de manera nerviosa. Lo que es muy extraño, ya que es casi imposible que ella este nerviosa, es una chica demasiado seria y profesional. Tiene mi edad y tenemos gustos similares, con una única diferencia, su vida ha sido realmente dura, es la mejor en lo que hace, porque soy consciente de que seguirme el ritmo no es nada fácil.

—Señorita Ana, lo siento ese muchacho se metió a la oficina. —Su vista se vuelve a la puerta de mi oficina.

—¿Qué?¿Quién? ¿De qué hablas Matilde? —Pregunto extrañada.

La puerta de mi oficina se abre y lo veo salir con un ramo de rosas y en mi cara se pinta una sonrisa de mil colores.

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