2. Aurora

Aurora suspiró con tranquilidad al ver la noche completamente oscura, esa noche en especial estaba más oscuro puesto que la luna no se encontraba ahí. Aurora levantó su muñeca y miró la hora en el reloj rosado que le había regalado su padre hace unos días.

—Rayos –susurró para terminar corriendo hacia la parada. — ¡Permiso!— gritó mientras empujaba a unos chicos que estaban en su camino. Se llevó las manos a los bolsillos y sacó una de las cuantas monedas que solía guardar a diario para su autobús.

El autobús se visualizaba a metros de ella, si no corría con más fuerza perdería el ultimo camión de la noche y no podía costearse un taxi. Tendría que regresar caminando a casa y eso era prácticamente imposible.

— ¡No!—gritó mientras corría con fuerza. — ¡No puedo perder el ultimo bus de la noche!

Llegó a la parada del autobús un poco antes que el autobús finalmente llegara a su última parada. Se llevó las ambas manos a las rodillas y jadeó con fuerza en  busca de un poco de aire. Podía sentir como sus piernas temblaban al mismo tiempo que sus pulmones gritaban exigiendo oxígeno. Aurora subió al autobús y pagó con las monedas que había sacado de los bolsillos de su short rojo. Inmediatamente se dirigió al fondo del autobús para sentarse en su lugar favorito. Su respiración era ruidosa y tan pesada que se obligó a su misma dejar de respirar unos segundos para poder equilibrar la manera en que se encontraba respirando. 

Tomó un largo suspiro antes de abrir su mochila y de ella sacar unos audífonos de color blanco que inmediatamente colocó en sus oídos para poder comenzar a escuchar música mientras sacaba el grueso libro que traía consigo. Amaba leer y podía hacerlo en cualquier lugar siempre y cuando tuviera algo que leer. Siempre había sido una gran fan de la lectura y eso le había ocasionado que de pequeña la miraran como un bicho raro pero en esos momentos ya no le importaba lo que la gente pudiera decir de ella.

Normalmente ella era tranquila, siempre había aprendido a controlar sus sentimientos a base de la lectura pero había aprendido que sin ella se convertía en una bomba emocional completamente peligrosa.

Aurora pasó la página del libro con suavidad al terminar de leer el capítulo. Repentinamente  levantó la vista de aquellas líneas cuando se percató que un hombre de lujoso traje oscuro se mantenía observándola. Ella lo observó por un momento con desconfianza y regresó la vista hacia la página de su libro. Suavemente acarició la esquina de delgada página de papel con las puntas sus dedos y frunció levemente el ceño al leer algo completamente molesto.  

El tiempo se le pasó volando cuando se perdió en la lectura. Aurora levantó la mirada del texto y vio su parada a unos cuantos metros. Guardó sus cosas con rapidez dentro de la mochila y se bajó del autobús en completo silencio. El hombre de traje se bajó tras de ella, alarmándola de inmediato. Ella volteó a verlo con su rostro lleno de terror.

— ¡Lo siento!— dijo él de inmediato, llevándose una mano a la cabeza— no era mi intención asustarte...

Aurora asintió al escucharlo y sonrió débilmente al mismo tiempo que se llevaba una mano al pecho.  

—No se preocupe, estoy bien —dijo Aurora en un pequeño susurro que apenas pudo ser escuchado por aquel hombre— tenga buena noche— soltó al mismo tiempo que comenzaba a alejarse de aquel hombre con pasos totalmente apresurados. El hombre la miró alejarse y sin perder el tiempo sacó de los bolsillos de su pantalón el celular que le habían dado hace unas horas para aquel encargo.

 Aurora caminó por la oscura calle, dando vuelta en la esquina. Inmediatamente observó a la anciana que se encontraba bajo el poste de la luz, volteando a todos lados como si se encontrara perdida. Sin pensarlo dos veces se acercó a ella con suavidad, tratando de no asustarla.

—Hola, ¿Necesita ayuda?—pregunto Aurora, percatándose del papel que aquella anciana tenía entre sus manos temblorosas.

La anciana volteó a verla al escuchar su voz y la miró al rostro por unos segundos para luego asentir con suavidad. La mujer de avanzada edad le extendió el papel y Aurora lo tomó sin dudar.

Una dirección se encontraba escrita en el pequeño trozo de papel blanco con una letra que apenas si era legible. Aurora se acercó el papel al rostro, intentando leer la dirección.

—Ohh, esta dirección está en la siguiente calle, puedo acompañarla si gusta—dijo ella.

La anciana asintió y sonrió ampliamente antes que Aurora gritara con fuerza al sentir un hombre a sus espaldas cargándola.

— ¡Dorotea!— gritó el hombre que sujetaba a Aurora mientras ella gritaba.

Aurora gritó intentando alejarse del hombre que con cada segundo que pasaba aumentaba la fuerza de su agarre. La anciana colocó un pañuelo húmedo en el rostro de Aurora, ella siguió sacudiendo su cabeza intentando no respirar mediante aquel pañuelo húmedo.

— ¡No te resistas o te irá peor! —gritó el hombre.

Aurora sollozó y cerró sus ojos suavemente mientras dejaba de forcejear con el hombre. La anciana alejó el pañuelo del rostro y observó cómo su compañero dejaba de sostener con fuerza el delgado cuerpo de Aurora. Repentinamente ella abrió los ojos y golpeó al hombre  con las fuerzas que le quedaban.

 Sin pensarlo corrió, sintiendo como las piernas le temblaban por culpa del terror que corría por sus venas, pudo escuchar al hombre y a la anciana gritar mientras se alejaba de aquella zona. Cada cierto tiempo gritaba suplicando por ayuda pero se encontraba en una situación en la que no podía confiar en nadie.

Corrió por dos calles antes de quedarse sin aliento,  desesperadamente se escondió tras unos cuantos botes de basura. Se llevó ambas manos al rostro, tratando de ocultar cualquier mínimo sonido que pudiera hacer. Era presa del pánico y su conciencia le gritaba que corriera pero no podía hacerlo. Estaba cansada y sabía que no podría correr con tanta velocidad.

Después de unos cuantos minutos decidió volver a correr. No faltaba mucho para llegar a su hogar donde por suerte se encontraría con sus padres quienes podrían protegerla de cualquier peligro.

Unos cuantos hombres de traje la buscaban con desesperación en aquellas calles oscuras. Temían ya que sabían a la perfección que si permitían que ella escapara, el jefe los mataría. Esa noche era su única oportunidad y no la pensaban desperdiciar por ningún motivo. La chica se iría con ellos y punto.

— ¿Qué llevaba puesto? —preguntó uno de los hombres, manteniendo el celular pegado a su rostro.

—¡No lo sé!— gritó el hombre que se encontraba al otro lado de la línea telefónica. — creo que tría un pantalón corto y una blusa blanca ¡Maldición Bruce! ¡Encuéntrala!

—Pantalón corto... blusa blanca—susurró Bruce al ver a la indefensa chica correr por la calle. Inmediatamente colgó la llamada y se guardó el teléfono en el bolsillo del pantalón, tomó un tubo de metal que encontró del suelo y camino hacia ella.

Aurora volteó al escuchar pasos tras de ella y gritó cuando el tubo de metal golpeó su cabeza. Bruce suspiró de alivio al ver a Aurora caer en el suelo completamente inconsciente. Dejó caer el tubo al suelo y sacó su celular para finalmente llamar.

—La tengo — anunció, observándola desde arriba. —La llevaré– fue lo último que dijo antes de colgar la llamada y tomar el delgado cuerpo inconsciente de Aurora entre sus brazos. —eres la primera que nos causa problemas, m*****a zorra.

El hombre caminó de regreso con Aurora entre sus brazos, percatándose de lo ligera que era ella. La camioneta se detuvo frente a él antes que la puerta se abriera. Bruce dejó a Aurora en un asiento y miró a Dorotea por un momento antes de sonreír.

—Ponle las cadenas—ordenó Bruce al subir. Dorotea simplemente asintió y tomó las gruesas cadenas de metal que traían consigo. Se acercó a Aurora y frunció el ceño al colocar las cadenas alrededor de sus muñecas y tobillos.

Dorotea levantó un poco el rostro de la chica y la observó con atención. Percatándose de los finos rasgos de su rostro.

— ¿Alguien recuerda de qué color eran sus ojos?— preguntó Dorotea sin despegar su mirada del rostro de Aurora.

—Claros— soltó Bruce sin interés alguno. — ¿Importa?

—Así que finalmente has llegado—susurró la anciana, observando los bellos rasgos del rostro de Aurora— Le gustarás demasiado al joven Theo.

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