Capítulo 2

EDMON

Moscú, Rusia 11:00 pm.

Inhalo el humo y exhalo convirtiéndolo en una cortina densa que rodea mi alrededor, las zorras no satisfacen mi pupila, no son la gran cosa y sigo pensando porque m****a acepté venir a este sitio. Observo la hora que marca mi reloj de mano cada cinco minutos, mientras Lukyan; lo más cercano que tengo a un amigo, deja que una perra rubia con culo de muñeca, le dé la noche de su vida, al tiempo que otra le besa el cuello.

La música estalla en mis oídos, mis ojos se clavan en la escena que muestra y el ácido estomacal sube por mi garganta, sé que tiene el corazón roto, su novia Sasha; una morena cubana con la que mantuvo una relación de cinco años, le puso los cuernos con un empresario que en estos momentos está descansando en el panteón familiar, ya que Lukyan le metió treinta balas en el cuerpo, y no conforme con romperle el jodido corazón, no aceptó casarse con él.

No la asesinó como le sugerí, prefirió dejarla libre y seguir con su camino, me remuevo inquieto, pensar en que Viera me hiciera lo mismo… me causa cierta ola de rabia que solo me hace perder la cabeza, yo en su lugar la mataría, lento, tortuoso y macabro, porque en la Bratva, la mujer que le sea infiel al Underboss, lo paga caro, con su vida, con su sangre, con su muerte.

Una de las chicas se me acerca, sus pupilas están dilatadas, sus labios hinchados por todas las mamadas que ha dado, se acomoda el sostén de lentejuelas rojo y noto que se tambalea, el olor a sudor y a perfume barato me produce náuseas, por lo que me levanto y al mismo tiempo mis hombres la alejan de mí.

Le lanzo una mirada furtiva a Lukyan, pero está tan perdido en su viaje por la droga en su sistema, que no me mira. Lukyan Orlov, mi mejor amigo, teníamos la misma edad: 28 años, él era uno de mis hombres de confianza, sino es que el único, un asesino nato, francotirador, hacker estrella, sádico y demente, castaño, ojos oscuros y una ligera barba que solo acentúa su aspecto de hijo de p**a, ¿el único defecto? Era un enamoradizo de m****a.

Todo lo contrario a mí, que era el Underboss de la mafia rusa, mi cabello oscuro, ojos azules y tez clara, era el conjunto perfecto que enloquecía a las mujeres, es una lástima para el mundo femenino que mis ojos no estén puestos en una sola mujer. Odio los compromisos, me enardece la idea de que alguien como Viera Gusev, hija mayor de uno de los socios de mi padre, el Boss, se sienta mi dueña, solo porque me la regalaron a los 15 años, la única a la que no he asesinado por el pasado manchado de sangre que compartimos. Una mujer fuerte, decidida, inteligente, de cabello oscuro, ojos grises y cuerpo de tentación, ella es quien llevará la administración de la Bratva cuando me convierta en el Boss y por ley, ella en mi compañera al ser la más capaz y brava.

Mi futura Koroleva, y la única con los cojones que se necesitan para estar a mi lado. Mi teléfono móvil suena y tengo los nervios crispados, frunzo el ceño pero termino por responder al notar que se trata de mi padre.

—¿En dónde estás? —me pregunta con firmeza y tengo que salir de la zona VIP para dirigirme a uno de los palcos vacíos.

Mis hombres se quedan resguardando la puerta, localizo una botella de Whisky y me sirvo un trago.

—¿Para qué preguntas lo que ya sabes? —inquiero sarcástico.

—No me respondas así, ¿tengo que recordarte quién soy? —deja escapar un sonido exasperado.

—Por supuesto que no ¿ocurre algo?

Un silencio ensordecedor se ancla del otro lado de la línea, los segundos pasan y escucho con nitidez como suelta el humo del cigarrillo que seguro acaba de prender, su respiración es lenta, lo que me demuestra que está relajado.

—Necesito que hagas algo por mí —sisea por lo bajo.

—¿De qué trata? —respondo tomando otro trago.

Me asomo por el ventanal blindado, la gente que baila me parece de lo más simple, quisiera despedazarlos en estos momentos, que por el suelo corriera el rojo de su sangre, quiero escuchar los gritos de las mujeres sintiendo el filo de mi navaja por la delicada piel de su cuello.

—En estos momentos estoy en Polonia y se me es difícil llegar a tiempo para recibir a un viejo amigo, viene con su hija, se quedarán una temporada en la fortaleza y quiero que les demos la bienvenida que se merecen, son personas importantes para mí y no quiero que nada los haga enfadar —explica sin darme muchos detalles.

—En pocas palabras quieres que los haga sentir como en casa mientras llegas —muevo el cuello con estrés.

—Exacto, la niña no dará lata, quiero que les des las mejores habitaciones que tenemos para huéspedes, en cuanto llegue hablaremos.

Tenso el cuerpo ¿una niña? Odiaba los críos, el único suministro que nunca faltaba en la fortaleza eran las putas, el alcohol y la nieve de vainilla, que resulta ser mi gusto culposo, uno que comparto solo con Viera. En una semana me casaré con ella y lo único que deseo es castigar su dulce parte.

—Está bien, arreglaré todo —me preparo para colgar.

—Una cosa más hijo, en quince minutos aterriza el jet privado que envíe por ellos, quiero que vayas por ellos, así se van familiarizando —exige sin darme más detalles nuevamente.

—¿Qué clase de amigo es? —enarco una ceja con incredulidad.

Guarda silencio de nueva cuenta.

—Alexander Adams —finaliza colgando.

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