Capítulo 6

Después de desayunar salimos juntas rumbo al trabajo, pero como siempre, el camión de Melo pasó antes que el mío, me quedé esperando un momento más y vi salir a la Concha de la pensión.

Era guapa, de piel blanca y cabello castaño muy claro, casi rubio y no parecía que fuera teñido, alta, de largas y delgadas piernas, llevaba puesto un traje sastre que se veía costoso, quizá trabajaba en alguna oficina porque parecía una ejecutiva de alto nivel, incluso, me llamó la atención que llevaba puestos unos lentes de pasta que la hacían verse muy intelectual y la noche anterior no los tenía.

Casi se me va el camión por estar mirando cómo se subía a un auto que la esperaba, estiré el cuello lo más que pude tratando de ver al conductor, pero no lo conseguí, quizá se trataba del amigo de Marco Duran, aunque no sabía si podría reconocerlo, puesto que solo lo vi unos momentos y la vista no era tan clara porque fue detrás de los arbustos.

Me senté en el primer asiento que vi disponible y centré mi mirada y mi rostro hacia la ventana, sobre todo cuando se subieron un par de hombres al camión, quizá estaba paranoica, pero sentía como si todos los hombres que me veían, pudieran reconocerme como la modelo desnuda de internet.

“Debes dejar de pensar en eso Ana, tú solita lo estás atrayendo” Pensaba tratando de darme ánimos.

Esta vez fui la primera en llegar al vestidor, me puse el uniforme y fui a tomar mis utensilios para comenzar a limpiar las habitaciones.

La señorita Adelia se sorprendió cuando me vio, era mi segundo día y yo ya me movía como si llevara más de una semana trabajando ahí, no me lo dijo, pero me di cuenta de que hizo un gesto de aprobación y eso ya era suficiente para mí.

Recorrí el pasillo y me encontré con dos letreros de no molestar, eso quería decir que no podía hacer la habitación en ese momento, así que seguí mi camino y comencé con las habitaciones que no estaban ocupadas.

Cuando terminé, regresé y el letrero había cambiado “Favor de limpiar la habitación” así que usé mi tarjeta maestra para entrar y me sorprendí por el desorden que había.

Tal parecía que habían hecho una fiesta, bebidas y platos de comida por todos lados y sobre todo ropa tirada por el piso.

Comencé por sacar los platos en el carrito de servicio a la habitación y llamar al restaurante para que fueran a recogerlos, luego me puse a recoger toda la ropa que estaba tirada y la fui colgando en el closet con mucho cuidado.

Era ropa de mujer, toda de marcas carísimas que yo solo había visto en revistas y en televisión, cuanto terminé de recoger todo, comencé a cambiar las sábanas de la cama y ahí encontré un brazalete precioso.

Lo tomé en mis manos y busqué un lugar seguro para guardarlo, se veía muy fino, debía ser una joya muy costosa, no pude evitar colocarlo sobre mi muñeca solo para ver cómo se veía puesto.

Las piedras preciosas en color púrpura, resaltaban en mi piel bronceada, suspiré porque yo nunca iba a tener algo así, pero soñar no costaba nada.

No encontré ningún alhajero así que lo metí en el cajón del buró, no me parecía que dejarlo a la vista fuera conveniente.

Terminé de limpiar y me fui a seguir con mis pendientes, el día se me pasó bastante rápido, tenía hambre, pero no sabía si ir al comedor, hasta ahora, prácticamente no había visto a ningún otro empleado y me daba miedo que alguno de los compañeros hubiera visto mis fotografías.

Respiré profundo y me armé de valor, no podría estarme escondiendo toda la vida, así que decidí enfrentar lo que viniera.

Tomé mi charola y esperé a que la cocinera me sirviera y afortunadamente el comedor estaba casi vacío, solo algunas empleadas del SPA estaban ahí, lo supe por el color de su uniforme.

—¡Buen provecho! — dije y me senté en el otro extremo de la mesa, al ver que me miraron y ninguna de ellas contestó.

Estaba terminando de comer cuando la señorita Adelia entró al comedor.

—Ana, ven conmigo, hay un problema y el gerente de división cuartos quiere que vayas a su oficina.

—¿Un problema? ¿Qué clase de problema?

—Un huésped dice que le robaron un brazalete de su habitación y es una de las que tú limpiaste.

Sentí que mis mejillas se pusieron calientes y mi rostro debía estar rojo como un tomate, las chicas del SPA me miraron de pies a cabeza y comenzaron a cuchichear.

—Yo no soy una ladrona — Dije en mi defensa.

—Eso se lo vas a tener que comprobar a la novia del señor Duran.

La señorita Adelia comenzó a caminar y yo la seguí, las piernas me temblaban y las manos me sudaban, pero hacía todo lo posible por no llorar, yo estaba segura que no había hecho nada malo y confiaba en poder demostrar mi inocencia.

Cuando llegamos a la oficina de gerencia quería que me tragara la tierra, el señor Duran estaba en la sala de espera hablando por teléfono y la señora Clara Bella estaba sentada llorando.

—¡Ladrona! ¡Eres una ladrona! Pero esto no se va a quedar así, me voy a encargar de que te metan a la cárcel — Gritó apenas me vio aproximarme hacia ella.

El señor Duran colgó la llamada y la sostuvo el brazo, yo estaba muda, pero no porque no tuviera argumentos para defenderme, sino porque quería conservar la calma hasta que se aclarara todo y así poder conservar mi empleo.

—Tranquila Clara, vamos a conservar la calma, tu brazalete tiene que aparecer. ¿Estás segura que lo tenías en la habitación? ¿Ya verificaste si no lo llevaste a la caja fuerte del hotel?

—Marco no puedes estar dudando de mí y de mi palabra, te aseguro que lo tenía en la habitación, no te estoy mintiendo.

—Veamos que tiene que decir la camarista al respecto — Dijo él y entró en la oficina sin tan solo mirarme.

Me dejaron sentada en la sala de espera, El señor Duran, la señora Clara Bella, la señorita Adelia y el Gerente, se encerraron en la oficina, me puse muy nerviosa porque un guardia de seguridad cuidaba la puerta, como si temieran que me escapara y huyera de la situación por ser culpable.

Estaba tan ansiosa que comencé a mover las piernas inconscientemente y a mirar hacia todos lados, era una oficina muy grande, desde la sala podía ver hacia la ventana y había un jardín y al otro extremo el área de oficinas donde estaba Recursos humanos, esta área era mucho más privada, al final de la sala, una puerta con un letrero que decía “Presidente” Así que supuse que era la oficina del señor Duran.

—Pasa Ana — Dijo la señorita Adelia cuando se abrió la puerta.

Me puse de pie y por un momento pensé que mis piernas se doblaban, tenía miedo y estaba muy nerviosa por lo que iba a suceder.

El gerente de división cuartos estaba sentado detrás del escritorio, Marco Duran y la señora Clara Bella, estaban sentados en el lado derecho y la Señora Adelia se quedó de pie atrás de mí.

—Ana, como ya te dijo la señorita Adelia, ha desaparecido un brazalete de una de las habitaciones, específicamente de la habitación de la señora Clara Bella, según la bitácora de ama de llaves, tú fuiste la encargada de limpiar esa habitación, así que quiero saber si tú tomaste ese brazalete.

Apenas iba a abrir la boca para contestar cuando Marco Duran dijo.

—Si devuelves el brazalete en este momento no llamaremos a la policía, de lo contrario vamos a tener que levantar una denuncia por robo, en este hotel nunca se ha perdido nada y no puedo permitir que este tipo de situaciones comiencen a suscitarse.

Tragué saliva y tuve que hacer un gran esfuerzo para que la voz saliera de mi garganta, tenía un enorme nudo que no me dejaba ni respirar.

—Yo no soy una ladrona, no he tomado ningún brazalete. En una de las habitaciones que limpié, había un brazalete de piedras moradas, estaba sobre la cama y al cambiar las sábanas, lo guardé en el cajón del buró, ahí debe estar.

—¡Mentira! Además de ladrona eres una mentirosa, yo tenía el brazalete en el estuche y estaba dentro de mi maleta, nada tenía que hacer sobre la cama, es una joya que me regaló Marco y tiene un valor muy especial para mí.

—Señora le juro que estoy diciendo la verdad, yo no he robado nada, el brazalete lo guardé en el cajón del buró, ahí debe estar.

—¿Clara, estás segura que lo buscaste bien? —Preguntó el señor Duran y por un momento tuve la esperanza de que ahí estuviera.

—Lo busqué bien, te lo aseguro, el brazalete no está en mi habitación.

—Clara no quiero ser injusto con Ana, ella asegura que está en ese cajón y lo mejor será que vuelvas a mirar.

—Si me permite señor Duran, yo puedo ir a la habitación y buscar en el cajón que dice Ana, como gerente del hotel me siento responsable con la seguridad de los bienes de nuestros huéspedes, pero tampoco pretendo cometer una injusticia con una empleada.

—Clara, por favor acompaña a Miguel Ángel a tu habitación, revisen nuevamente y si no está, nos veremos obligados a revisar las pertenencias personales de Ana.

—Señor, yo le juro que no he tomado nada, nunca he robado nada en mi vida.

—Ya se demostrará tu inocencia o tu culpabilidad, ese brazalete tiene que aparecer, de una u otra forma.

El gerente y la señora Clara salieron de la oficina y Marco Duran salió y se encerró en la suya, no me atrevía a mirarlo a la cara, se veía furioso, su tono de voz había cambiado, no era esa voz dulce que yo había escuchado el día que lo conocí en la piscina.

Me dijeron que esperara en la sala a que volvieran, la señorita Adelia no me decía nada, pero a cada momento lanzaba indirectas.

—Es que no, llevo quince años trabajando aquí y nunca se ha perdido nada — hablaba con el guardia, pero con voz fuerte para que yo escuchara.

Yo solo esperaba a que regresaran, pero tenía ganas de salir corriendo de ese lugar.

Pasaron unos minutos y el gerente volvió, la señora Clara Bella lloraba como una magdalena.

—¡Devuelve mi brazalete! ¡Ladrona! — El gerente la detuvo porque estuvo a punto de agredirme físicamente.

—¿Lo encontraron? — Dijo Marco Duran saliendo de su oficina.

—No señor, no hay nada en ninguno de los dos burós y volvimos a revisar todo, incluso la ropa de la señora, el brazalete salió de la habitación.

—Entonces vamos al vestidor de empleados, vamos a tener que revisar las pertenencias de Ana.

Me sentí muy humillada, pero estaba segura de que no había tomado nada, así que pensé que todo iba a pasar y que terminarían pidiéndome una disculpa.

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