Capítulo 6

Alzo la mirada y noto que el espejo retrovisor está mal colocado, apuntando a la derecha, al asiento de Kronos, quien me observa con el ceño fruncido, me dejo hipnotizar unos segundos por el abismal azul de sus pupilas, me mira como si quisiera indagar, siento como si me estuviera leyendo y de pronto me veo expuesta, una rara sensación me domina, es como si mi cabeza quisiera abrir la caja de pandora en la que guardo mis más íntimos secretos, no puedo sostenerle la mirada, así que rompo el contacto con él removiéndome incómoda en mi asiento.

—No me gusta hablar de mi vida privada —respondo en tono monótono.

—Nena, tu vida nunca es privada —añade Ced estacionando su carro.

El enojo se cruza por mis facciones al recordar a Kronos entrando a mi baño.

—Tienes razón, en especial cuando tu estúpido y raro vecino entra a tu casa sin ser invitado, a tu habitación, a tu baño y viola todo código de privacidad de una chica —apunto tomando mis cosas.

Cédric voltea como resorte hacia su primo y en medio de un silencio sepulcral, enarca una ceja con incredulidad.

—¿En serio? —se dirige a su primo con actitud arrogante.

—Te lo juro, ¿sabes cuánto me pagarían por gritarle al mundo que el temible Kronos no es más que un maldito pervertido?

Ambos primos me ignoran, parecen estar metidos en una lucha interna.

—No tengo que darte explicaciones, soy mayor y el líder.

—¿Líder? —Me inclino hacia adelante para enterarme del cotilleo extraño de los primos Woodhall—. ¿De qué? ¿De alguna pandilla? ¿Andas en drogas? ¿Es cierto que trafican con órganos humanos?

—Futuro líder, te recuerdo que no eres el único que nació bajo el solsticio, falta él y no tarda en llegar, así que arregla esta m****a y no la embarres más —los ojos verdes de Cédric adquieren un tono oscuro cuando mira a su primo con cierta altanería—. ¿Temes que te roben a tu presa, primito?

¿Solsticio? ¿Presa? ¿De qué m****a hablan?

—Nadie me quita nada, porque la presa es eso, solo una p**a presa y ya está —finaliza Kronos tensando el cuerpo.

—Pues más vale que no dejes que esto siga avanzando, o de lo contrario la presa no solo será eso… mientras no se consuma la unión, todo irá mal.

Okaaaaaay

Carraspeo atrayendo su atención por fin, Kronos me mira fugaz y toma sus cosas dispuesto a salir del auto, no sin antes decirme:

—No lo olvides pringada.

—¿Qué no olvides, qué? —me pregunta Cédric cuando Kronos cierra de un portazo.

—No lo sé, dímelo tú, es tu primo, cosa rara ambos, por cierto.

El resto del día transcurrió de manera más o menos normal. Traté de evitar sentirme incómoda e intimidada con las miradas discretas de Kronos, la mayoría del tiempo me observaba como si fuera un conejo y él un león, cuando llego la hora del laboratorio, a Mirna se le ocurrió la grandiosa idea de faltar por echarse un polvo con un chico del equipo de Owen, lo que me dejaba sin pareja.

—Bien, tal y como les mencioné la semana pasada, formen parejas, en cada mesa hay un conejo muerto, localizaremos los puntos clave que estudiamos en el tomo anterior y…

Que irónico. Levanto la mano para avisar al profesor que no tengo pareja, cuando alguien azota sus libros a mi lado, recorren la silla haciendo que esta rechine y que me cause escalofríos, levanto la mirada y observo ante el silencio de todos, como Kronos toma asiento a mi lado.

—Baja la mano, pringada —ordena al tiempo que Cédric sale riendo del salón de clases sin que nadie le diga nada.

—¿Sucede algo señorita Olliw? —interroga el profesor.

—Si no bajas esa mano, juro que te empalaré haciendo que esas bucaneras negras se manchen —musita por lo bajo y me hace tragar duro.

—¿Señorita Olliw? —insiste el profesor.

—No, nada.

—Bien, empecemos —anuncia el profesor.

Tuve que contener las ganas de vomitar cuando Kronos le clavó el bisturí al conejo muerto, desde la tráquea hasta la parte inferior del estómago. Lo hizo de una manera tan fría, como si matar estuviera en su sistema.

—Te asustas fácilmente, pringada —sus ojos resplandecen con cierta malicia.

—No es verdad —hago una mueca cuando saca con las manos, sin los guantes de látex, los intestinos de la pobre criatura.

—Tienes miedo, lo puedo sentir, aun en las distancias largas puedo oler tus inseguridades —agrega con voz hostil—. ¿Me temes, Via?

Clava más el bisturí en el animal y parece un juego de niños para él.

—No y ya déjame en paz, no sé cuál es el afán —observo la hora en mi reloj y comienzo a ponerme de pie, era mi hora de práctica con mi equipo de porristas, pero Kronos me toma de la mano—. ¿Ahora qué?

—Mientes.

—¿Sobre qué? —frunzo el ceño.

—Me temes.

—Estás demente —me suelto de su agarre y salgo del salón de clases.

“Todos temen a los primos Woodhall, pero la realidad es que están chiflados”

[…]

Las prácticas son duras, y más cuando eres la líder, una que tiene que dirigir más veinte chicas que a veces no coordinan bien o que sencillamente por riñas con las otras por sobresalir, comienzan a hacer mal las coreografías. Termino agotada, tanto esfuerzo para que al final solo lográramos ensayar tres veces bien los movimientos. Tomo mi mochila con mis cosas y antes de dirigirme a las duchas decido revisar mi nuevo celular.

Las notificaciones no tardan en llegar, tengo como mil notas de voz de Mirna, otras más de mis redes sociales y un mensaje extraño de un número no agregado, al principio pienso que quizá se trata de Kronos que me quiere joder el término del día como siempre, pero al leerlo pongo los ojos en blanco.

Número desconocido: Tengo tus horarios nena, te esperaremos hasta que acabes tu práctica, ¿cuánto puedes estirar las piernas?

Giro los ojos y mientras camino a las duchas, tecleo.

Vi Queen: Idiota.

Lo agrego como “Psicópata Sexual” y sigo con lo mío, las chicas casi terminan para cuando acabo de escuchar la última nota de voz de Mirna y de mensajearle que cierre las piernas por unas cuantas horas, cuando de pronto me doy cuenta que estoy sola, solo dos chicas que parecen terminar de arreglar sus cosas dentro de su casillero designado. Le mando un mensaje a Owen indicándole que pase a mi casa para ponernos de acuerdo con Mirna sobre mi fiesta de mañana, lo guardo en la mochila y me desnudo.

Dejo correr el agua caliente para que me relaje, me baño a prisa porque no me agradaba hacerlo en la escuela, y mucho menos cuando ya no había ni una mísera alma para hacerme compañía. Cierro los ojos cuando la jabonadura corre por mi rostro y me siento de alguna manera extraña, excitada.

Tócate… dice mi cabeza y frunzo el ceño. ¿Es que ahora escuchaba voces? Termino y me visto veloz, me coloco un poco de maquillaje y le mando un último mensaje a Mirna para quedar en mi casa cuando salgo de las duchas. A esa hora de la tarde casi no había alumnos, solo los del club de cine, los del equipo de futbol, y algunos clubes que se juntaban por las tardes en sus respectivos salones de su área.

Camino por los pasillos cuando veo un mensaje de Kronos, frunzo los labios y estoy por mandarlo a la bandeja de reciclaje cuando decido no ser tan infantil y leerlo.

Peliagudo Amargado: ¿En dónde m****a te has metido? Llevo más de dos horas esperándote.

Le había cambiado el nombre con el que lo guardé, pongo los ojos en blanco cuando enseguida me llega otro de él.

Peliagudo Amargado: Te dije que te ibas a arrepentir.

—Maldito.

Cierro el celular y camino a los laboratorios para acabar con esta charada de una vez por todas, localizo el dichoso laboratorio y justo cuando estoy por abrir la puerta de golpe haciendo una esplendorosa entrada triunfal, me detengo en seco al asomarme y ver como Judin, su novia, está de rodillas tragándose su miembro. Él levanta la mirada y al verme enfurece, lanzando la cabeza de su chica a un lado, metiéndose el grueso tronco que alcanzo a divisar y se dirige hacia mí.

Reacciono rápido y comienzo a correr en dirección de la salida, rogando por encontrarme a Cédric en el aparcamiento para usarlo como escudo contra su primo.

—¡Pringada! —exclama Kronos a mis espaldas, correteándome como un maldito t**o loco viendo rojo.

Salgo de la institución pero al empujar las enormes puertas, choco contra alguien, no me detengo a pedir disculpas, solo sigo mi camino y cuando a lo lejos localizo a Cédric, hablando con una chica, acelero más mi ritmo, corriendo de mi estúpido vecino de m****a, parecía una jodida cría, lo sé, pero joder, esta última mirada si me infundó un temor irreconocible, jamás había sentido tanto miedo en la vida.

Era la clase de miedo y terror que sienten los actores en las películas de suspense. Estoy a nada de llegar a Cédric, cuando un par de brazos fuertes me rodean la cintura por detrás. 

—Dije que te detuvieras, pringada —Kronos me susurra. 

Y no sé que carajos pasa, pero es como si su voz me adormeciera y enseguida pierdo la conciencia. 

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