Capítulo 3.

Eva.

–¿Quién tiene un problema de disfunción eréctil? – me grita al oído.

Siento que todos los vellos se me ponen de punta, escuchó lo que estábamos diciendo.

–¿Disfunción eréctil o ganas? – me pregunta.

Me quedo en silencio, no hay nadie burlándose, pero sé que si Eros no estuviera aquí ya tendría el sonido de todas las carcajadas de las personas presentes. Trago saliva y miro al frente, donde Aaron nos ve con el ceño fruncido.

–¡Le hice una pregunta, capitán! 

–No me refería a nadie en específico, coronel – respondo con voz militar y me limpio las palmas de las manos con el uniforme, estoy sudando, ¡Joder! Parezco un cerdo.

–¡Identifíquese, capitán! – su voz hace que me revienten los tímpanos o se remuevan las tripas por dentro, no estoy muy segura.

Eros me rodea y me golpea el hombro al pasar, se para delante de mí y me mira fijamente con sus ojos de hielo, yo me siento diminuta frente a él, como una hormiga insignificante.

–Eva Larsson, capitán de la compañía 18 de la FAEA.

Él se pasa la lengua por la boca.

–Capitán Larsson, ¿De quién estaba hablando? – me grita de frente.

–Ya le dije que no se trata de nadie en particular, señor.

–¿Entonces porque parece ser más importante que el pene de un hombre no le funcione que lo que estoy diciendo? ¿Lo que está sucediendo en nuestro país no es importante para usted? ¿Si no se trata de un marica entonces no es digno de su atención?

Trágame tierra y escúpeme en Japón.

–Es importante para mí lo que está pasando en nuestro país. Pido una disculpa, no volverá a haber una interrupción como esta.

–No, no la habrá, quiero que vaya al campo de artillería y le de 50 vueltas

Tiene que estarme jodiendo, 50 vueltas al campo de artillería es como un suicidio asistido, es inmenso, no creo llegar ni siquiera a las treinta, son las seis de la mañana y yo lo único que tengo en el estómago es un café.

–¡Campbell! La capitán Larsson ya se disculpó, no es necesario un castigo – interviene Aaron. Presiento que aquí se va a armar la tercera guerra mundial.

–Para mí no son suficientes sus disculpas, la capitán tiene que aprender a acatar órdenes, se les pidió estar en fila y eso incluye el silencio, ella desobedeció, debe ser castigada por eso.

–No es necesario – gruñe Aaron – ¿Tengo que recordarle mi cargo como mayor de este batallón?

Ay Diosito lindo, ¿Por qué me metí en esto?

–Creo que yo tampoco tengo que recordarle que soy el encargado directo de esta compañía, ¿O sí?

Aaron se acerca a Eros, se miran frente a frente, ambos parecen un par de leones hambrientos dispuestos a matar a cualquiera que se atraviese en su camino.

–Ella está bajo mi mando, debe obedecer mis órdenes – dice entre dientes Eros.

–Tú y yo sabemos que esto no se trata de ella, asi que déjala afuera de esta m****a.

–Capitán Larsson – me grita Eros.

–Señor.

–¿Interrumpió o no mi discurso? – pregunta mirando a Aaron.

–Si, señor.

–¿Infringió el código de conducta durante la formación?

–Si, señor – cada vez me siento más estúpida.

–¿Merece ser castigada o no?

–Señor, yo…

–La pregunta fue clara – grita – quiero una respuesta igual de clara.

–Si, señor.

–Ella misma lo ha dicho – murmura para Aaron – la capitana deberá aceptar su castigo.

–¡Eres un jodido…! – Aaron se le encima a Eros. Va a darle un puño, se destrozarán el uno al otro.

Cuando veo que la cosa se va a poner más fea de lo que ya está, salgo de la fila y me meto en el medio de los dos, pongo mis manos en el pecho de Aaron y lo alejo de Eros.

–Aceptaré mi castigo y tu vas a irte, tienes cosas más importantes que hacer y yo no quiero tener problemas desde ya – digo bajito.

Aaron me mira con ganas de matarme, pero al final da media vuelta y se va. Yo hago lo mismo y me choco con el pecho de Eros.

–Quiero verla cumpliendo su castigo, capitán Larsson.

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