Esperando a que caiga una estrella
Esperando a que caiga una estrella
Por: Danny J. Cruz
Con Una Galaxia En La Cabeza

Sonaba Dream On, de Aerosmith. El chico se hallaba sentado en el balcón, sin camisa, mirando el perfil nocturno de la ciudad. Hubo un acercamiento a sus ojos y pudo verse el reflejo de la silueta de los edificios. Luego se vio una mochila, algunas armas y una libreta con algunos nombres, en su cama.

Un celular vibró en su escritorio. Era una llamada. Adrián Barbero, ese era el nombre que aparecía en la pantalla.

El aparato no se hizo escuchar por encima de la música, dejó de vibrar y luego se apagó, al instante se encendió y apareció un mensaje.

Adrián Barbero

Cómo no aparezcas, la mataré a ella.

La música acabó y el tipo entró a su habitación. Enseguida sonó Knockin’ on Heaven’s Door, de Gun´s N Roses. Fue a su escritorio y tomó su celular, mirando la llamada perdida y el mensaje. Se hizo un acercamiento a su rostro y sonrió lobunamente, no dijo nada. Miró las armas en su cama, la libreta y su mochila.

Tomó una camiseta de su ropero y la funda para la pierna y un cinturón para cartuchos y granadas. Luego de alistarse, se puso la gabardina, dejando todo oculto.

La voz de Axl Rose lo hizo tararear por lo bajo la canción.

—Deseo un escocés justo ahora, me vería bien diciendo esa frase de Michael Fassbender, Hay un lugar en el infierno para los que desperdician un buen escocés —se dijo mientras apuntaba con su arma a un blanco en la puerta—. Y ya que estamos por tocar esa puerta, ¡Qué buen escocés, señor! —apretó el gatillo.

Continuará…

—¡Noooo! Ahora tendré que esperar otra semana para ver en qué termina, ¡Maldición! —soltó la chica al ver los créditos en la televisión, mientras de fondo sonaba Chop Suey!, de System of a Down.

Aparecían imágenes del programa en cuestión, algunas mostrando al chico que había aparecido al final del episodio sosteniendo sus armas, así como apuntando y corriendo a través de tiroteos, mientras aparecían otros personajes y sus nombres.

Luego de los créditos, los cuales vio hasta el final, se quedó hasta ver aparecer el nombre del programa: Otherside.

Y apareció otra escena. El chico de la gabardina había salido de su casa, iba hacia su auto, pero cuando estaba cerrando la puerta de su casa, se fijó que había alguien ahí. La cámara se posicionó detrás de esa persona, mostrando solo parte de su cabeza, dejando ver mechones de cabello largo y rojizo y entonces habló:

—¿Vas a ir por ella? —preguntó aquella persona con una voz de mujer.

—Sí.

—No puedo dejarte ir.

—Tendrás que matarme.

—No quiero hacerlo y… sabes que no tienes opción.

—Pues tendremos que averiguarlo, o tendrás que acompañarme.

La mujer sonrió.

—Supongo que… tendré que aceptar la oferta —contestó la mujer, haciéndose a un lado para dejarle libre el camino hacia la puerta del piloto.

El chico sonrió, luego la pantalla cambió a negro y entonces aparecieron los comerciales.

—¡Joder! ¡Es que no pueden dejarme así! ¡Quiero saber si mi amorcito muere o vive salvando a su amada, por el amor a Cristo! —reaccionó la chica.

—¡Fraaaaanciiiiiis! —escuchó que alguien la llamó fuera de su habitación, la voz venía debajo de ella.

—¡Dime, madreeee! —respondió ella.

—¡Ya está la cena! —gritó su madre, Francis solo golpeó el suelo dos veces.

—Bueno, ni modo, a comer, tendré que esperar otra semana para saber en qué acabas, Dante Parker —dijo a la televisión, apagándola, mirándose de pronto en el reflejo oscuro de la misma. Se evaluó y asintió, le parecía que tenía buen porte, algo esbelta, quizás le hacía falta algo de ejercicio, pero se sentía bien consigo misma.

Fue así como salió de su habitación.

Bajó y se encontró a su madre sirviéndose su comida para luego ir a sentarse en el sofá de la sala a ver la televisión, mientras ella se iba a sentar a la mesa.

—¿Qué tal te fue hoy? —preguntó su madre desde el sofá, el cual estaba delante de la mesa, Francis estaba detrás de ella, miraba lo que su madre estaba mirando: una novela.

—Pues, lo de siempre.

—¿Qué es lo de siempre?

—¿Qué puede ser lo de siempre en la vida de una chica de dieciocho años, madre? Ir al instituto, tratar de terminarlo con buenas notas para luego entrar en la universidad, intentar volver a casa con vida, pero antes disfrutar el tiempo con sus amigas y amigos en el instituto…

—¿Y conocer a un chico?

—¿Qué?

—Conocer a un chico, ya sabes, lo normal para una chica de dieciocho, “lo de siempre…”

—No creo, Dante Parker no va al mismo instituto al que voy —contestó Francis.

—Vuelve con lo mismo, ¿Cuándo te vas a enamorar de alguien del mundo real, Francis?

—Cuando se enfrenten al mundo por mí, ahí, justo ahí, o cuando alguien me diga que lo he hechizado en cuerpo y alma.

—¡Ay, Dios! ¡Ya vas a empezar!

La chica carraspeó.

—¿Qué me decías de Mario Cimarro la otra vez?

—Cuidadito, con ese hombre no te vayas a meter.

—¿O era Ben Affleck?

—¿De dónde te apagas?

—Si sabes cómo soy, ¿Para qué me das cuerda?

Su madre sonrió ante eso.

—¿Eso fue una sonrisa? —preguntó Francis sonriendo, mientras comía, desde la mesa. Su madre meneó la cabeza, intentando mantener la calma.

—Al menos sé que te fue bien.

—Pues sí, es lo bueno, ¿Y a ti?

—Pues, no hicimos mucho este día, solo nos tocó atender el caso del señor Sander, sí que la tiene fea, pero, al menos pudimos llegar a un acuerdo.

—El señor Sander es el de la hortaliza, ¿No?

—Exacto, ese mismo.

—¿Cuál era su problema? ¿No tenía solvencia?

—Algo así, es que el banco ya no quiere seguir prestándole, porque lo que pide no es ganancia para ellos, porque el señor Sander paga antes de tiempo, sin embargo, ha pedido un préstamo más grande y temen que, por la edad o por su solvencia, no pueda pagarlo y terminen perdiendo el dinero.

—¿Por qué es que quiere el préstamo más grande? —preguntó Francis tomando su plato para ir a sentarse junto a su madre.

—Dice que quiere remodelar su casa, y tiene su derecho, a pesar de todo, ha sido un buen cliente, tal vez pierden en los intereses, pero les paga lo que les pide, se mantiene, sin embargo, esta vez no es para invertir en su negocio, la venta de verduras y frutas, sino para algo más personal, y el banco rara vez favorece así a la gente.

—¿Y qué fue lo que hicieron?

—Simple, le dijimos que, si no paga la cuenta, iríamos a cobrar el valor de lo que queda del préstamo, solo del préstamo, no sus intereses, de lo que encontremos en su casa, para no afectarlo económicamente a él, y tampoco vernos como los malos, hace un tiempo el banco tuvo un problema similar y casi pierde una demanda contra la alcaldía.

Francis frunció el ceño y asintió, al tiempo que comía.

—Bueno, al menos sé que te fue bien —contestó Francis.

—Así es.

—¿Cómo le estará yendo a papá?

—Segura que bien, es un roble, siempre le va bien.

—Jum, no lo sé, aunque sea un roble, temo por su vida, también por la tuya.

Su madre la miró y sonrió.

—Estará bien, tranquila, dijo que volvería en una semana, hablé con él hace poco, dijo que te llamaría mañana por la mañana.

—Bueno, al menos te llamó y está bien, hablaré con él mañana, estaré pendiente —respondió y ambas se quedaron mirando la novela, comentándola.

Acabaron su cena y Francis lavó los trastes, después fue a su habitación y sacó uno de los libros de su librero. El Teorema Katherine era esta vez. Le gustaba Colin Singleton, el chico prodigio que había descubierto una fórmula para predecir quién terminaría dejando a quien en una relación y en cuánto tiempo.

Se encontraba en la parte en donde se hallaba describiendo la fórmula, luego de haber conocido a Lindsey Lee Wells, la chica del pueblo perdido que tenía al Archiduque Francisco Fernando, cuya muerte representó el inicio de la Primera Guerra Mundial.

—Sin duda, eso me gustaría en un chico, alguien que supiera de cosas, de esto y aquello, pero que no fuera pedante, sino que soltara su conocimiento a cuentagotas, a pulso, en el momento exacto e indicado… —se dijo mientras leía sobre Colin Singleton.

Las horas avanzaron, el reloj en la mesita de noche junto a su cama era testigo de ello. Y mientras el tiempo corría, la habitación fue descubriéndose, mostrando pancartas pegadas en las paredes de su cuarto, algunas de bandas de rock, otras de integrantes de estas bandas. Se vio su ropero, lleno de ropa de estilos variados, desde faldas y pantaloncillos cortos, hasta pantalones de tela y camisas de tela a cuadros.

Estaban sus zapatos, desde los tacones, hasta botas negras y altas. Había un rifle en una esquina y un premio también, el cual rezaba: Tercer Lugar, Tiro de Larga Distancia, Campamento de Verano, Año 2019.

Y luego estaba su escritorio, donde descansaba una computadora, con varios archivos en la pantalla, algunos eran textos de Word con nombres de historias, y por último estaba su librero con cientos de libros. Era de al menos tres metros de altura, y no solo había libros, también había discos, películas, había historias, cientos, miles de historias.

Ella era la chica que tenía una galaxia en su cabeza, y cuando el reloj tocó las dos de la madrugada, ella dormía plácidamente en su cama mientras, de fondo, en algún lugar del vecindario, sonaba Kiss From a Rose, de Seal.

Y en lo alto de su techo, una fotografía de Dante Parker la miraba de vuelta, parecía esperar algo de ella, pero solo era una fotografía, no podía mostrar expresiones así de nítidas.

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