Yo me hallaba aún en la casita colonial en la zona abandonada del pueblo, dos hambrientos pumas estaban esperando detrás de la puerta. Como si fuera poco, la noche se alzaba y una extraña voz en la penumbra de aquel lugar olvidado hizo acto de presencia después de que se calmaron las aguas.
-Tu, ignorante, como te atreves a irrumpir en mi casa.
El muchacho no sabía qué hacer.
- ¿Quién anda ahí?, ¿¡quién es!?
-Oh, no importa quien soy, porque hasta yo lo olvidé.
-Pero que...
Los receptores olfativos de Elian comenzaban a distinguir el olor del encierro, el sudor y posiblemente de putrefacción. Algo fétido emanado de algún cuerp